Para calmar la irritación que provocó el incremento en la carga tributaria derivado de las reformas financiera y fiscal, el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, se comprometió públicamente a no establecer nuevos impuestos ni cambios en el esquema impositivo en lo que resta de la administración del presidente Enrique Peña Nieto.
Igualmente anunció que se acabaría con los gasolinazos mensuales establecidos para terminar con el subsidio al energético, hasta igualar el precio nacional con el internacional, especialmente el de los Estados Unidos.
Ambas noticias fueron bien recibidas por los sectores productivos que podrían así establecer una planeación adecuada y de mayor plazo. Sin embargo el gozo se fue al pozo y la irritación revivió con más virulencia ante el anuncio del aumento a la gasolina en 3 por ciento a partir de enero 2015.
Es para todos claro que éste aumento en las gasolinas y el diésel tiene como único fin el recaudatorio, incrementar los ingresos públicos, un impuesto disfrazado de aumento de precio, pues los mexicanos pagamos hoy por el combustible de nuestros vehículos más de lo que los vecinos del norte y falta aún el incremento de diciembre.
En términos económicos se entiende la medida de Videgaray, su desesperación por obtener mayores ingresos ante la falta de crecimiento, pero es un engaño a los mexicanos pues no es justificante para este aumento el incremento inflacionario previsto en el año de 3 por ciento porque el costo de las gasolinas depende del precio del petróleo, hoy abiertamente a la baja.
En todo caso, el precio de las gasolinas debería ser, como en Estados Unidos, fluctuante, dependiente de los precios internacionales del petróleo y no dictado por decreto de gobierno.
Otras consideraciones que hacen injustificable el aumento es que las gasolinas consumidas en el país son en más de un 60 por ciento importadas de Estados Unidos a cotización internacional, entonces ¿por qué aplicar un índice inflacionario nacional?
Además el aumento del 3 por ciento a principio de año será realmente inflacionario al repercutir en el costo del transporte de bienes (el 80 por ciento del total nacional se hace por autotransporte) y personas.
Y qué decir de que se va a castigar más, como siempre, a los sectores más pobres y desprotegidos.
Realmente lo único que le queda al país es su solidez y estabilidad económica tan pregonadas en México como en el extranjero por Videgaray, Cartens y compañía , acaso ¿también se perderá con medidas tan engañosas como absurdas?
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