Inmerso en una incertidumbre provocada no sólo por hechos que han convulsionado la esfera nacional e internacional, como es el caso Iguala, así como la inestabilidad y baja en el precio del petróleo y otros más que afectan presuntamente credibilidad en la familia presidencial, este primero de diciembre cumple Enrique Peña Nieto dos años en la Presidencia de la República.
Desde luego, al llegar a esta fecha, se abre un parteaguas en la gestión del Jefe del Ejecutivo extraído del Estado de México para la primera magistratura en la que, sin duda, hay que reconocer aciertos y desaciertos o, por qué no decirlo, errores en la estrategia de cómo enfrentar problemas que se han suscitado en su labor al servicio de los mexicanos.
En estos dos años, indudablemente, hay un parteaguas en la gestión presidencial de los últimos tres sexenios.
Las reformas propuestas y finalmente aprobadas, no sólo por los principales partidos políticos de México y los demás sectores de la sociedad, como el empresarial y financiero, en el ramo energético y hacendario son trascendentales.
Como se quiera ver, con canonjías para los jerarcas de la oposición como lo fueron Jesús Zambrano, del PRD, Gustavo Madero, del PAN - a los de Morena, nunca se les invitó a participar en el primer Pacto nacional de las fuerzas políticas-, y la obediencia de César Camacho Quiroz, del PRI, así como el reparto de bonos para diputados y senadores en ambas Cámaras legislativas, se sacaron adelante las reformas propuestas por el primer mandatario.
Es evidente, para todos, que se tejió fino y que en esta labor se impuso el colmillo de Manlio Fabio Beltrones, en la Cámara de Diputados y, la habilidad de Emilio Gamboa Patrón, en la Cámara de Senadores, para que Enrique Peña Nieto pudiera obtener el aval del pueblo mexicano para los cambios constitucionales que se requerían para llegar a donde ahora estamos.
A estirones y empujones, con billetes por delante, se logró el acoplamiento de la mayoría de los criterios de las fuerzas políticas. A los más radicales, de izquierda, también, como lo observamos por la Suprema Corte de Justicia, se les negó la posibilidad de someter a consulta la reforma energética y otras más que habían planteado para rechazar lo que ya es vigente.
Quizá, lo que en este momento no sepa la ciudadanía, es qué proyecto de nación que Enrique Peña Nieto o que proyecto de gobierno quiera el mismo inquilino de Los Pinos.
Aunque en realidad, lo que debiera trascender no sólo para convencer a la opinión pública, de parte de los "thinks tanks" del primer círculo presidencial, es que proyecto de gobierno pretende Enrique Peña Nieto para la nación, que no es lo mismo.
Hay confusiones en la ciudadanía y, desde luego, eso es un error de estrategia de los "thinks tanks" presidenciales, que no le ayudan al Ejecutivo a clarificarle al pueblo lo que se quiere, sin estar machacando que ya se aprobaron las reformas y que vamos a estar mejor en un futuro cercano.
EL FACTOR IGUALA Y LA CASA BLANCA
Ahora bien, lo que denota Peña y su Gabinete, es que no saben actuar con el script en la mano. A partir de que se suscitó la desaparición de los 43 normalistas en Iguala, Guerrero, y se revelaron los pormenores de la compra venta de la llamada "casa blanca" de la familia presidencial, todo empezó a complicarse.
¿Quién fue el "inteligente" que le recomendó al presidente Peña recibir a los familiares de los desaparecidos normalistas en Los Pinos? ¿Para qué los sentaron frente al Ejecutivo sin tener una solución a la mano? Si el Presidente no fue al primer, segundo o tercer día de la revelación de este asunto, para qué ver a los familiares más de un mes después de su desaparición? Obvio era que, al no tener una respuesta, los padres se sintieron engañados por la figura presidencial y de allí las consecuencias.
La salida de Ángel Heladio Aguirre, gobernador de Guerrero, y las imputaciones al PRD, en donde este partido político se vio involucrado y hasta conllevó a la renuncia al perredismo de uno de sus fundadores emblemáticos, Cuauhtémoc Cárdenas, por la consiguiente presunta complicidad de los llamados "Chuchos" con el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, conllevaron a una rencilla en la que se revelaron los intringulis de la compra venta por más de 80 millones de pesos de la “Casa Blanca” por parte de Angélica Rivera, esposa del Presidente.
Nadie lo dice, pero es obvio que, el PRD, quien maneja todos los apuntes y operaciones en el Registro Público de la Propiedad capitalino, soltó la información de lo que sucedió con la hoy famosa "casa blanca", la cual fue vendida, con enormes ventajas financieras, de parte de Angélica Rivera por el trato con uno de los contratistas beneficiados con obras cuando Enrique Peña Nieto fue gobernador y hoy Presidente de México.
En política, muchos dicen que no hay coincidencias, pero en este caso sí, falta tan sólo ligarlos.
Si a eso sumamos lo que estableció el influyente The Economist, en un reciente análisis, que ninguna nación podría haber previsto una baja en el precio del petróleo a nivel mundial, pues la situación se complica para México y otras naciones.
Para el tercer año de gobierno de Peña, evidentemente se presenta la alternativa de ajustes en el gabinete y, ¿por qué no sacrificar a gente de su equipo que ha sido rebasado por los problemas y falta de imaginación para sacar adelante sus encomiendas?
Nadie debe sentirse satisfecho del deterioro de la imagen presidencial, porque las consecuencias pueden ser mayores de lo que ya está empezando a palparse, porque se corre el riesgo de entrar al desprestigio que terminaron por desacreditar los dos gobiernos panistas anteriores.
El Ejecutivo tiene la decisión y habrá que esperar, porque, sin duda, las cosas no pueden seguir en deterioro de la imagen presidencial a los niveles de crisis que ya están siendo alarmantes.