Cuando surgió la izquierda en nuestro país como opción política, parecía que estábamos ante la sana pluralidad que toda oferta política debe de tener.
Cierto que su desarrollo no ha sido menos accidentado, pero se le ha recibido bien en un país que se ha volcado a un régimen cada vez más democrático e incluyente. Pero hay que aclararlo, la izquierda en México no es el Partido de la Revolución Democrática ni está representada en la figura de una sola persona.
Presenciamos a nivel partidista una serie de ajustes dentro de esta respetable ideología, pero los reacomodos de personajes dentro de los institutos parecen responder más al desajuste propio de quienes no están de acuerdo que las candidaturas, es decir, que el pastel se reparta entre familiares o grupos de poder. Muchos ya han esgrimido sus razones.
Se acerca el proceso electoral y será una verdadera prueba para aquellos partidos -en particular el PRD y su bastión el Distrito Federal- que se ostentan bajo la figura de lo social. Lo que no resulta sano para un proceso electoral y nuestra democracia es contar con una izquierda o izquierdas debilitadas, que tienen de rehenes a programas sociales, que se escudan por un lado, en el discurso de la pobreza y por el otro, mientras analizan y discuten sus políticas degustan de los mejores platillos en grandes restaurantes.
La desbandada que vemos –reacomodo en otros partidos- responde, entre otras causas, al tan acostumbrado reparto de posiciones políticas, porque en caso de no estar de acuerdo, crean su propio partido cuyo presupuesto va con cargo a todos. Aplican los principios empresariales al ejercicio político porque les resulta más rentable hacer su propio partido que invertir en un sector productivo, dejando un lado las doctrinas, la ideología y los principios.
No, no es esa la clase de izquierda que un país como el nuestro necesita, sería reducirla a su modo más tradicional y en tiempos de renovados cambios en México estamos ávidos de que la izquierda –la verdadera- salga de las aulas, que deje de estar dispersa, que aquellos personajes que hablan en su nombre, que se cuelgan de su discurso empiecen por ser congruentes, que la dejen de ver como botín electoral y sean consistentes con el debate nacional. Que deje de ser obtusa ante todo lo que huele y sabe diferente a la ideología que dicen defender, que acepten que México vive momentos distintos, porque de no ser así, no sólo continuará la desbandada, sino que inevitablemente lo verán reflejado en las próximas elecciones.
*Economista y Doctor en Finanzas
Contacto en redes
@luisdavfer
Facebook
Page/LuisDavidFernándezAraya