Llegó la hora en la que los gobernadores deben de rendir cuentas a la población y no me refiero a la obligación que tienen de hablar claro, de frente a la población que gobiernan sobre los recursos que obtiene y cómo los
gastan, sino que hacer de esta una actividad permanente.
Esta no sólo es una responsabilidad democrática, sino un pendiente largamente postergado dentro de las administraciones públicas locales. El 2016 no será un año sencillo en cuanto a las finanzas públicas se refiere, el paquete económico trae ajustes, por lo que las respectivas entidades deberán de trabajar en programas de austeridad para el siguiente año. Será un año de menores ingresos debido a entre otras cosas la caída de los precios internacionales del petróleo.
El mecanismo del presupuesto base cero establece que con antelación cada entidad debe de trabajar sobre proyectos, planeación y presupuestación a la par de la federación, sin esperarse a que las fechas fatales los alcancen.
Esto es positivo porque permite prever ante un escenario adverso cómo podemos enfrentarlo, sumado al factor de la nueva Ley de Deuda y Responsabilidad Hacendaria que obliga a cada estado a prepararse mejor y de manera más responsable frente a la sociedad.
Llegó la hora de la corresponsabilidad de todos aquellos que tienen mano en el dinero público, llegó la hora de que su rendición de cuentas no sea más que un listado de buenas intenciones y pase a ser una realidad dentro de la disciplina financiera, trátese del gobernador que sea, trátese del color de partido que guste. Estamos arribando a una cultura de responsabilidad en los ingresos y gastos, que si bien no se da en el mejor entorno internacional, nos deja una clara lección sobre los impactos que puede tener nuestra economía ante los embates externos. No jugamos solos en el concierto internacional, no estamos aislados y cualquier decisión tiene repercusiones inmediatas en las finanzas nacionales. Pero más allá de comenzar a jugar bajo esas condiciones, en México debemos hacer lo que nos toca, no sólo a nivel federal, sino que las entidades, otrora, esas cajas negras de las finanzas locales, que tienen la obligación de presupuestar mejor, de eficientar los mecanismos de ingresos y egresos, pero el círculo no estará completo sino le agregamos el ingrediente de una correcta y sana rendición de cuentas, no sólo por mandato constitucional sino como una convicción entre el ejercicio del poder, de la administración pública y su alineamiento con la sociedad.
La labor pública, de cualquier orden va acompañada de la rendición de cuentas, de planeación, de prevención, porque la necesidad de instalarnos en el futuro es inamovible. Hoy las sociedades nos encontramos en un proceso de complejidad, de crisis y cambios, por eso, la rendición de cuentas, es necesaria, pero apenas es un paso en la dirección adecuada. Porque la siguiente discusión será un nuevo y obligado marco legal que acote el abuso de algunos gobernantes, prisión para quien se enriquezca, quien robe, Guatemala ya dio un paso. Afortunadamente los gobiernos tienen aún la capacidad de decidir cómo quieren ser recordados.
Dr. Luis David Fernández Araya
*El Autor es Economista Doctorado en Finanzas, Profesor Investigador de Varias Instituciones Públicas, Privadas y Funcionario Público.
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