¿Y la autoridad? Fue la pregunta más frecuente de la víspera entre centenares, seguramente miles, de vecinos, residentes, viandantes y automovilistas de vehículos públicos y privados del pueblo de Santa Úrsula Xitla, al sur de la capital del país y en la parte baja del Xitle, donde un grupúsculo impuso su ley en perjuicio de todas las personas que intentaran desplazarse en esa vía pública de Tlalpan.
¿La autoridad? ¿Cuál autoridad? Muy de mañana llegaron al sector decenas de granaderos. Pero sólo lo hicieron para desalojar un predio en la avenida Santa Ursula, la principal de ese pueblo capitalino, que registra una alta densidad poblacional y escasas dos vías de desfogue vial hacia la parte sur de la Avenida Insurgentes.
Tras el desalojo, los afectados –se supone conforme una orden judicial- reaccionaron con furia y encono violento, que sin embargo sólo quedó –afortunadamente- en un amago.
Los granaderos hicieron su trabajo y se marcharon. Atrás de ellos quedaron los desalojados, furiosos claro, y con todo tipo de enseres domésticos, incluidas macetas con plantas, llantas y rines y uno que otro crucifijo, regados en medio de la principal avenida del sector.
En represalia y para sacar el coraje del desalojo, los damnificados pronto se instalaron a media calle, trajeron sus tacos de canasta, quesadillas, refrescos y/o café en una especie de picnic urbano de inicio de semana. La calle de Santa Úrsula fue un nudo.
El caos, claro, no se hizo esperar. Los clásicos cinco bocinazos tampoco, lo mismo que los “agentes de tránsito” casuales y emergentes para paliar en algún grado el bloqueo de esta avenida.
Los negocios de la zona también se vieron bloqueados y más de un bajó la cortina ante el temor de un brote violento de consecuencias todavía mayores en esta localidad identificada como perteneciente a los pueblos originarios de la delegación de Tlalpan.
.Creo que el episodio hizo trinar aún a los cerros circundantes, entre ellos los de Xiquitontli, Cuazontle, Tlamimiloli, Tecubo, La Cantera, Juan Gallina y otros que aún están cubiertos de bosque en esta zona todavía de naturaleza agreste.
A lo largo de prácticamente toda la mañana de la víspera y aún en las primeras horas de la tarde, Santa Úrsula fue calle de un grupo. Cero policías, cero autoridad, cero orden, cero respeto al otro. Simple y llanamente imperó la ley del más fuerte y agresivo. Fue el tono de la mañana del martes en esta zona, que como dije arriba registra una alta densidad poblacional.
En algún momento, una patrulla de Seguridad Pública asignada al sector y con dos genízaros a bordo se hizo presente en el punto del bloqueo, pero casi de inmediato reculó, echó reversa y partió lejos del lugar ante la mirada amenazante de quienes bloquearon el tránsito.
El episodio trasuntó un drama de gran escala en México: la falta de autoridad y la imposición de la ley del más vivales o más fuerte. ¡Qué pena! ¿Cómo se construye un país al margen de la ley y su estricto y general acatamiento? Que alguien me lo diga, por favor. Fin
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