Podría ser la antipolítica, pero el hecho real es que “la caballada está flaca”. Incluso, famélica después de tanto correr en pos de apuntarse de manera muy prematura para la carrera por ”la grande”. ¿Y para qué? Es la pregunta más socorrida entre muchos mexicanos que ven el 2018 aún demasiado lejano y poco esperanzador.
El hecho es que ya andan desbocados los suspirantes por suceder en Los Pinos al presidente Enrique Peña Nieto, quien a diferencia de otros sexenios parece más bien ansioso de que llegue alguien al quite o, en el mejor de los casos, que la caballada o la manada de búfalos entretenga a la gradería.
¿Qué quiénes son? Ufff! Nombres sobran, se multiplican y/o ratifican. Allí están, también adelantando vísperas o comiendo ansias, Andrés Manuel López Obrador, el primer anotado, Luis Videgaray –el vapuleado estratega financiero-, el gobernador poblano Rafael Moreno Valle, del Partido Acción Nacional, Miguel Mancera –ni de aquí ni de allá-, y Graco Ramírez –el apóstata-.
Punto y aparte figura el líder nacional priísta Manlio Fabio Beltrones –un santón de la política nacional- que como todos dice que no, pero a la mera hora y entre tanto trabajo y trabajo dirá que bueno, que siempre sí, que va.
El gobernador Eruviel Avila también se apunta para la carrera. Es una apuesta arriesgada, lo mismo que su colega chiapaneco, Manuel Velasco, quien cree que basta repetir la receta. Vaya ingenuidad.
No se descartan el titular de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong –un fajador que aguanta de todo- y aún la canciller Claudia Ruiz Massieu Salinas –una carta enigmática-.
Por otros lares también compiten ya Margarita Zavala -¿otra vez? O más de lo mismo- y su todavía correligionario Gustavo Madero –que de mañas se come un plato-.
Jaime Rodríguez Calderón, -llamado El Bronco- la versión dos del engaño llamado Vicente Fox, también corre en paralelo con la confianza de que la construcción de una candidatura “independiente” podría consumar la tarea, iniciada sin mejor suerte por el ex canciller foxista, Jorge Castañeda.
¿Y todo eso para qué? Pocos mexicanos se hacen ilusiones ya sobre el recambio político tras el sonado fracaso de la alternancia.
Por años, aún por décadas, se creyó que el relevo del PRI en el poder sería la antesala del paraíso o de un nuevo milagro mexicano. La ilusión se desvaneció pronto y el PRI volvió por sus fueros con más fuerza incluso que nunca.
El panorama político ya ni siquiera mueve a la ilusión a fuerza de tantos desencantos sufridos por el país del ya merito.
Así que ¿para qué tanto brinco? Hasta ahora ninguno de los políticos que se apunta parece avivar la esperanza de los mexicanos, hundidos más bien en la apatía política y la lucha cada vez –eso sí- más tenaz por la sobrevivencia en un país que sigue sin dar el salto hacia un futuro más halagüeño y menos incierto. Fin
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