La llamada telefónica, en realidad fueron dos, de una chica con una voz que a cualquiera sonaría casi celestial me llevó hace unos días, ocioso e intrigado, hasta un despacho en el piso 11 del número 151 de la calle de Alvaro Obregón en la Roma Norte. Adivine. Atinó. Es todo un embuste, conforme imaginé y constaté.
Le comparto que si alguna vez topa con una voz femenina que le promete un obsequio, actúe con toda prudencia, salve su tiempo e impida el embuste en el que incurren “empresas” que deberían estar vigiladas y cuya operación debiera ser sancionada legalmente. Entiendo que esto último es mucho pedir en un México que se pinta solo para el agandalle, el embuste, el topillo y otras barbaridades que omito decir en este espacio.
Aunque por muchos conocido el “modus operandi”, no faltan “incautos” que crean que se harán de un regalo sólo con desviar su ruta urbana cotidiana para apersonarse en el sitio que les indiquen.
Claro. La voz femenina detrás del teléfono –incluidos celulares- se escucha gentil, y amabilísima. Es parte del ardid de pseudoempresas que tienen y utilizan datos presuntamente amparados por la ley federal de protección de datos personales en posesión de los particulares. Deduzco que sería inútil pedir al Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI) que cumpla y haga cumplir la ley. Esas resultan ingenuidades en nuestro país.
La cacería del incauto, ingenuo o como prefiera usted llamarlo prosigue cuando éste llega al sitio. Un sabueso está listo para darle un gafete e indicarle la ruta. En el décimo primer piso topará usted una fila de personas ansiosas por “el obsequio”.. Después de todo a caballo regalado no se le ve colmillo,
Un mostrador y dos sillones, más otra chica, constituyen el escenario de algo que dice llamarse “life style”, así, en inglés para imprimirle “estatus” al asunto. Tras una revisión rápida de su tarjeta de elector y –ojo- la presentación de una tarjeta Visa o Mastercard, usted imaginará que está casi a la puerta del cielo. El obsequio prometido -un MP3- es casi, casi un hecho, según usted.
Pero nada. Hay que perseverar y seguramente usted se imagina ya qué hará con su MP3. Hasta piensa que sorprenderá a su hijo (a), su sobrino o algún familiar. Usted estará casi en la luna de la tecnología del XXI.
Pero hay que esperar más. Lo harán sentarse y le dirán que aguarde, que enseguida será llamado. Usted vuelve a imaginar que ya merito tiene el MP3 en sus manos. Qué ilusión en un México tan frustrado. El tiempo sigue y de repente, una mujer o un hombre –jóvenes siempre para que no abollen el escenario- de pronto pronuncia su nombre. Al fin, usted imagina, el MP 3 será suyo. Pero no.
Entra en otro apartado, lleno de mesitas de base redonda. Lo vuelven a sentar y a partir de allí le sueltan una letanía, le levantan una encuesta, lo interrogan. Bueno ¿y mi MP3? Usted se pregunta.
Los tiempos compartidos, las noches de regalo, los hoteles de cuatro estrellas para arriba, los regalos, bueno para qué le sigo. Mejor mándelos usted de paseo. Al menos sentirá un alivio, así y aún cuando le escamoteen el MP3. Fin
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