Que el 1 por ciento de la población mundial tenga el 50 por ciento del ingreso es un despropósito, un contra sentido. Que en México el 0.19 por ciento sea dueño del 49 por ciento de la riqueza nacional confirma esa tesis.
Piketty, en una postura interesante señala que el tema de la desigualdad en la distribución del ingreso dentro de su obra “El Capital del siglo XXI”, tendrá el mismo comportamiento mientras la tasa de ganancia de la renta supere a la tasa de crecimiento de cualquier economía. El caso mexicano nos demuestra nuevamente esta realidad lacerante.
¿Está la sociedad mexicana condenada a continuar esta lógica de un reparto inequitativo de la riqueza? ¿Contamos con los mecanismos para mejorar ese rubro o continuaremos con la danza de los discursos que algunos trasnochados de la izquierda sostienen como bandera, descubriendo que el mercado de la desigualdad es rico pero en votos?
La desigualdad debe entenderse desde la cotidianidad, es decir, ver, estudiar, pensar, consumir, vender y decidir cuando el ingreso es apenas el mínimo para cubrir algunos de los aspectos básicos que necesita cualquier ciudadano. Opinar sobre desigualdad con los bolsillos y el estómago lleno es una tarea sencilla. No me refiero aquí a que todos nos quedemos en la pobreza y decidamos desde ahí. No, hago esta analogía bajo la lógica de la sensibilidad para tomar decisiones, es decir, bajo la idea de que lo que falta es voluntad política y entrarle al tema.
El momento en el que aquellos “especialistas” de la pobreza, de la repartición de la riqueza lo hagan “poniéndose” en los zapatos de los que ganan menos que de un salario mínimo –aun con todo y la desindexación- para entenderle, podremos hablar de políticas diseñadas con sensibilidad acerca de lo público.
El actual premio nobel de economía Angus Deaton, se hizo acreedor a tan honorable reconocimiento diciendo –entre otras cosas- que para acabar con la pobreza habría que estudiar los hábitos de consumo de esta clase social. Sin duda tiene razón, pero el argumento sobre desigualdad –al menos en el ingreso- cuando el acceso a éste es escaso, importa más saber cómo le hacemos para realizar una distribución de la riqueza más equitativa, cómo establecemos ese tan necesario piso mínimo para toda la gente a fin de que se le asegure un ingreso que le permita un consumo básico en aquellos rubros que nuestra Constitución mandata.
Por eso, un elemento importante en la definición de políticas que mejoren el reparto de la riqueza en México es la voluntad política, estoy cierto, que así, con esto, la ciudadanía comenzará a creerle a la clase política, le regresaremos, como hemos dicho en muchas ocasiones, la honorabilidad al ejercicio de la política.
Dr. Luis David Fernández Araya
*El Autor es Economista, Doctorado en Finanzas, Profesor Investigador de Varias Instituciones Públicas, Privadas y Funcionario Público.
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