Aplastante, abrumadora derrota para el presidente venezolano, Nicolás Maduro. Dicen que no hay plazo que no se cumpla ni día que no se llegue. Fueron demasiados excesos los de Maduro y poca, escasa, su inteligencia política. Así que el día llegó. La oposición, aglutinada y no
monolítica, le echó montón y lo barrió.
¿Qué sigue para Maduro? Para decirlo en términos criollos, sólo le queda echarle pichón, una expresión usual en ese espléndido territorio venezolano para llamar a poner empeño y evitar que las cosas públicas puedan complicársele aún más al pupilo poco aventajado del extinto Hugo Chávez.
Ahora se sabe que hubo planteamientos de Maduro para desconocer los resultados de las elecciones del pasado domingo. Los militares, bajo la tutela del ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, pusieron distancia de las intenciones del mandatario venezolano, según versiones de El Nuevo Herald, no negadas hasta ahora por el Palacio de Miraflores. Qué afortunada la decisión castrense. Se ahorró casi seguramente un baño de sangre al país, habitualmente reacio al sometimiento y activo de inmediato en las calles del país.
La mayoría calificada que logró en la Asamblea Nacional la oposición a Maduro complicará la acción gubernamental de éste, que queda virtualmente acorralado en el ámbito legislativo para hacer y deshacer como fue su propio estilo de gobierno.
Algo hay que destacar sin embargo como trasfondo de la derrota madurista. El desplome de los precios petroleros resultó un verdadero obús en la línea de flotación del gobierno venezolano, profundamente rentista desde la postguerra y aún más en la década de los 70´s cuando el embargo petrolero árabe.
Venezuela es sinónimo desde entonces y aún antes de petróleo. Los intentos de los sucesivos gobiernos del socialcristiano Copei y el socialdemócrata Acción Democrática por “sembrar el petróleo”, prácticamente fracasaron y abrieron más bien las compuertas a la corrupción gubernamental que carcomió los cimientos de la democracia venezolana instaurada tras la el derrocamiento del general Marcos Pérez Jiménez en enero de 1958.
Con excepción de sus exportaciones petroleras, Venezuela prácticamente depende de todo para vivir. Esto tuvo un peso importante en el desgaste material del gobierno de Maduro, quien al igual que su mentor Hugo Chávez, administró el petróleo para sortear todo tipo de dificultades y erigirse en un centro neurálgico de la “diplomacia petrolera”.
Pero el desplome petrolero más las políticas clientelares y estatistas condujeron en buena parte al derrumbe de Maduro, quien ahora confronta dificultades graves para soportar el estado que él y su antecesor crearon y que les han granjeado buena parte del apoyo doméstico.
La vapuleada electoral de la oposición, que se nutre de segmentos de la derecha política, pudieran conducir a una encrucijada a Maduro y sus seguidores.
Requerirá entonces de más mano izquierda para consensuar con sus adversarios, ahora mismo con el poder incluso de echarlo por el caño de la historia. Maduro deberá esta vez mostrar inteligencia, tacto y prudencia políticas. De otra forma, su destino será fatal. Así que a echarle pichón. (fin)
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