Cualquiera diría que es tierra de nadie. Pero no. Es todo lo contrario. Es tierra de disputa entre bandas de criminales; sobre todo entre narcotraficantes. Los últimos datos dados a conocer por el gobierno del estado indican que son 11 carteles los que
pelean la “plaza”.
Ahí están grupos fuertes como el llamado Jalisco Cartel Nueva Generación (CJNG), los Beltrán Leyva, los Templarios, La Familia, los Rojos, los Ardillos, los Guerreros Unidos, entre otros, que pelean entre sí 69 de los 81 municipios del estado.
Con los más altos índices delictivos, primero es el estado pero en la punta se encuentra el Puerto de Acapulco. Como antes Ciudad Juárez. Son dos motores o indicadores de la descomposición: 1) las drogas y los altos rendimientos; 2) la estrategia que está fallando, desde que la instaló el presidente Felipe Calderón, que siempre se ha quedado corta, pero continúa con Peña Nieto.
Primeramente porque Guerrero genera el 60% de amapola y goma de opio que se produce en el país (en un territorio que va de 6 mil a 15 mil hectáreas de 2008 a enero de 2015, y un cultivo de 150 a más de 325 toneladas); y según se sabe de primera calidad, y luego es trasladada hacia Estados Unidos a ciudades como Houston. Segundo, que la política de contención sola ni controla menos erradica el problema. Apenas lo ha dicho el gobernador en turno Héctor Astudillo Flores.
La contención sola no es suficiente, se requiere promover e impulsar el desarrollo económico y social. Incluso en aquellas comunidades de difícil acceso en donde se siembra la amapola. Los empleos, la educación, el deporte y una actividad más o muy importante para que los hombres del campo dejen de sembrar las drogas. La cosa no es sencilla, pero tiene que hacerse.
No obstante, parte del problema es que el Estado mexicano tiene cada vez menores recursos para la promoción del desarrollo, del país en general y los estados en particular. Contradicciones del libre mercado, en donde los lineamientos son que el Estado deje el lugar a la iniciativa privada.
Salvo que los particulares no resuelven, ni les interesa ni le invierten, asuntos como la profunda crisis social que degeneran las actividades del crimen organizado (¡y vaya que si organizado!).
¡Que la renovación del sistema y la procuración de justicia, la capacitación de las policías, y el cambio del marco legal es indispensable? Desde luego, tanto como la persecución de los delitos, del lavado de dinero y la detención no solo de los líderes sino de los involucrados. Tan importante como replantear el empleo de las Fuerzas Armadas en la “solución” del problema.
Mientras tanto, ahí está la disputa de los grupos, carteles en el estado. Que arreció desde diciembre de 2009 cuando fuese ejecutado Arturo Beltrán Leyva en Morelos por la Marina. Pero la rebatinga sigue. Confusión en municipios como Iguala, Cocula, Cuetzala, Teloloapan, Apaxtla, Ajuchitlán del Progreso, Heliodoro Castillo, Cutzamala, San Miguel Totolalpan, Chilapa, Chilpancingo, en donde no hay un grupo delictivo que tenga el control.
¡Iguala y Cocula nos recuerda los 43 desaparecidos! También que los muertos están en el estado más pobre del país, por los negocios allende la frontera del principal consumidor: EUA.
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