Empezamos mal el 2016. Esto no es un anuncio catastrófico ni con el fin de alarmar a nadie. Me refiero a la materia económica. La constante caída de los precios del petróleo, el aumento del precio del dólar, los impactos aún por ver de la caída en el crecimiento de la economía China, la especulación de los países productores de petróleo, el impacto en los mercados bursátiles del mundo, entre otros, nos dejan ver lo que el responsable del Banco de México, Agustín Carstens, calificó en el diario británico Financial Times como un golpe que puede ser potencialmente grave y un ajuste violento.
No pueden ser buenas noticias. Y no pueden ser porque si bien se han hecho esfuerzos y nuestro país cuenta con fundamentos macroeconómicos para hacer frente esta situación el problema es de orden global, donde los buenos deseos no solucionan los embates económicos. Este tiene que ser un llamado que nos convoque a todos, no sólo a los especialistas en la materia, sino también a la clase política, al sector empresarial, a organismos no gubernamentales, organizaciones de la sociedad civil, sociedad, porque de no hacerlo, cuando se sientan los primeros efectos (quizá en lo inflacionario) nos tomará de sorpresa y comenzará la búsqueda de culpables.
La sacudida que viene nos debe llamar no sólo al acuerdo de todos, sino a revisar las respuestas que en materia económica daremos, yendo a los libros sí, pero sin casarnos con las recetas económicas y las tesis académicas que muchas veces no tienen nada en común con la realidad mexicana. Cierto, no es tiempo de improvisar pero si de comenzar a pensar la economía mexicana tal como lo cita Jaques Rogozinski, usando la “real economic”, esto es, pensar políticas económicas basadas en nuestros intereses, necesidades, realidades, cultura definida en tiempo y espacio.
Claro, sin perder de vista que estamos en la franja de países llamados emergentes (con lo discutible que puede ser el término), y necesitamos nuestro propio tratamiento, dejando de copiar experiencias que han triunfado o estabilizado economías en otras latitudes. Haciendo a un lado la aplicación de modelos económicos “per se”, reconociendo que nuestro país no es una cocina a la que se le aplica una receta y resulta un platillo para 120 millones de mexicanos. Ya hemos rebasado la etapa de duras políticas económicas recesivas con cargo a la población aún a cuesta de una baja inflación. Hoy la idea es pensar en global, sí, pero acompañarlo de un mayor crecimiento económico. Así debemos de atacar el embate que se viene.
Dr. Luis David Fernández Araya
*El Autor es Economista, Doctorado en Finanzas, Profesor Investigador de Varias Instituciones Públicas, Privadas y Funcionario Público.
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