La Confederación Nacional de Propietarios Rurales (CNPR), una organización que el próximo sábado seis de febrero cumplirá 70 años de vida, recibió como “regalo” de aniversario un severo golpe a su institucionalidad, cuyas consecuencias aún están por
verse.
Si ya de suyo resulta grave que se haya consumado el golpe, peor aún es que ese golpe fuera perpetrado el viernes último nada menos que con la anuencia e interés de un senador, una ex diputada y un legislador local, los tres partes más que interesadas en convertir esta organización septuagenaria en algo poco menos que un bastión para sus propios beneficios.
Paradójico y absolutamente lamentable que el senador José Ascensión Orihuela Bárcenas, la ex diputada María Esther Terán Velázquez y el diputado local en Michoacán, Eduardo Orihuela Estefan, se hayan coordinado para apoderarse de la CNPR, una organización que reivindica aún hoy una membresía de unos 2.5 millones de productores y la producción de entre el 60 y 70 por ciento de los alimentos que se generan en México, pero que resiente ya los estragos de los abusos de poder y la ilegalidad que la flagelan hace al menos tres años.
Sin mayor rubor ni apego a los estatutos que han regido la vida institucional de esta organización en siete décadas, estos personajes se aliaron para que Orihuela Estefan, hijo del senador Orihuela Bárcenas, “jurara” al cargo de presidente de la CNPR para el periodo 2016-2019 aún en plena vía pública, un hecho que por sí solo refleja la irregularidad de esta juramentación y que carece de antecedentes.
Nunca en la historia de esta organización, que tuvo tiempos de esplendor bajo las conducciones de dirigentes como Salomón Faz Sánchez, Jesús González Gortázar y/o José Bonilla Robles, se había visto que una “dirigencia” asumiera en la calle, tomada además por policías, agentes de fuerza de tarea y algunos esbirros, éstos últimos atrincherados en la sede de la CNPR en el 412 de la avenida Chapultepec de esta ciudad el último viernes de enero.
De hecho, Faz Sánchez, Bonilla Robles y el presidente interino de la CNPR, Federico Sánchez Reyes, coincidieron por separado en calificar la “asunción” de Orihuela Estefan, como “una payasada” y una traición a los genuinos productores del país.
La ceremonia de “juramentación” de Orihuela Estefan y su grupo, en el que por cierto aparece un funcionario de Financiera Rural llamado Iván Ulises López Villarreal, fue algo así como aquella juramentación presidencial de Andrés Manuel López Obrador y su gabinete paralelo.
Detalles nimios, aunque también indicativos del estilo, fue que “la ceremonia” de asunción del jefe de facto de la CNPR, fuera aderazada con matracas, banda y costales de comida en la avenida Chapultepec. De esa manera fue perpetrado “el golpe” a la CNPR.
Las consecuencias de estos hechos aún están seguramente por escribirse si es que puede asumirse como real la premisa de que los mexicanos vivimos en un estado de derecho.
Es grave que Orihuela Estefan haya aceptado un juego político de este talante. Mal inicia “su gestión” y pésimo precedente para su todavía incipiente carrera política.
De Orihuela Bárcenas queda en el registro el fracaso de su intento por hacerse del gobierno de Michoacán. Y de la señora Terán Velázquez, sólo queda el recuerdo de una gestión que se perdió por la ambición personal y el ejercicio perverso del poder. (fin)