Seguro estoy de que Donald Trump, el aventajado precandidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, desconoce la historia de México y hasta me atrevería a pensar de Estados Unidos, el país que cobijó a sus padres.
No me explico de otra forma la arrogancia del popular magnate inmobiliario para referirse a los mexicanos, a los que no baja de ladrones, violadores o traficantes de drogas desde que anunció su intención de competir por la presidencia de Estados Unidos en junio de 2015.
Es claro que Trump es el estadunidense hecho por sí mismo y sobra decir que esa es la característica que lo convierte en peligroso. Sabe venir de atrás, es hábil y un excelente hombre de negocios. No podría explicarse de otra forma el origen de la inmensa fortuna pecuniaria que acumula y que algunos colocan en torno a los 4 mil millones de dólares.
Pero también es claro que si se coloca a la fecha como el republicano favorito para alzarse con la candidatura presidencial rumbo a los comicios de noviembre próximo es porque su pensamiento simplón, arrogante y parcial es compartido por un enorme número de estadunidenses, que ven con temor el mundo externo y más aún, al otro, al extranjero, al distinto. Es el pensamiento y la reacción natural del estadunidense aislacionista, más todavía, en el mundo global que nos avasalla.
Trump encarna estos “sentimientos y pensamientos” y por ello avanza, aún contra todo pronóstico “racional” en la carrera hacia la Casa Blanca.
Hasta ahora, el gobierno mexicano parece casi convencido de que Trump se quedará tirado a la vera del camino. Por ello, la canciller Claudia Ruiz Massieu, tilda a Trump de “ignorante y racista”. Por esa misma razón considera “absurda” la idea del magnate republicano de construir un muro en la frontera de Estados Unidos y México. Es lo más que se ha atrevido a opinar el gobierno mexicano, convencido de que Trump es una voluta que desaparecerá del escenario político estadunidense.
De hecho, el gobierno mexicano se equivoca al conformarse conque el vicepresidente estadunidense, Joseph Biden, tome distancia del discurso de Trump como hizo patente en su reciente visita a México. Parece que el gobierno mexicano se siente complacido de las declaraciones de Biden, un vicepresidente en campaña para las filas demócratas que perfilan a Hillary Clinton como su abanderada .
Mas Trump no debería ser minimizado. Menos ahora que se perfila como el casi seguro candidato republicano a la presidencia.
Es cierto, Trump desconoce la historia de México, pero más grave aún es que el propio gobierno mexicano luzca impávido y casi seguro de que Trump no llegará.
Trump podría darse el lujo de desconocer la historia de México, como ocurre con la enorme mayoría de sus compatriotas estadunidenses., más atentos a su ombligo que al mundo que los rodea. Así ha sido la historia estadunidense.
Pero México ¿podría darse ese lujo? Hasta ahora parece que el gobierno se empeña por un lado en ignorar a Trump y por el otro la propia historia nacional. De otra forma, ya habría obrado con inteligencia, sensibilidad y particularmente con sentido nacionalista, aún cuando esto último se juzgue demodé.
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