México se convirtió en el lugar más inseguro del mundo para ejercer el periodismo, tan sólo en el presente año llevamos 6 periodistas asesinados. El problema es no sólo la condición humana del informador al que se le arrebatada la vida, de suyo lamentable, es lo
que representa para una sociedad ávida de un periodismo como contrapeso real de los deficientes resultados de la clase política y gobernante. La inseguridad para ejercer esta profesión en México se ha dicho desde distintas voces, se han creado colectivos, organismos no gubernamentales, instituciones públicas, fiscalías para atender los crímenes en su contra, pero algo no se está haciendo bien, se está fallando.
Por el contrario, nos estamos acostumbrando que la pluma sea callada por la bala, la tinta sustituida por la sangre, al reportero por el muerto. Y estas muertes tan nuestras ya, hay que sumarle el grado de impunidad con el que se presentan, porque casi todos sabemos de dónde provienen las balas, los autores materiales, las amenazas y sin embargo, las respuestas desde los responsables de garantizar la libertad de expresión y el Estado de derecho se resumen en el poder de un tuit y cuando bien les va, lo acompañan de condolencias. Hemos abandonado al informador no sólo desde la exposición a las balas, sino desde la desprotección laboral, se les agrede desde que se les desprotege cuando se les contrata sin ninguna clase de seguridad social, sin prestaciones, con bajos salarios, cobrando cuando se puede, porque esta también es una forma de agredirlos, de despreciarlos.
No estamos entendiendo la relación entre un periodismo libre y la democracia, no estamos teniendo la altura para aceptar la crítica, la opinión, el trabajo cotidiano del reportero en la construcción de ciudadanía.
Por un lado, estamos viviendo temporada de caza contra el honorable gremio y por el otro contamos con respuestas desde las instituciones encargadas de garantizar su seguridad con cientos de condolencias, apostando sólo a la inmediatez y oportunidad que dan 124 caracteres. Voces levantándose en todo el territorio nacional, marchas, pancartas, desplegados, denuncias sin eco.
¿De qué sirven los cientos de recursos destinados cada proceso electoral para elegir de manera “libre” a quienes nos representarán? ¿De qué nos sirve toda esa maquinaría llamada democracia si en este país no se puede decir lo que se piensa sin ser amenazado a asesinado?
Carlos Ramos Padilla, notable periodista, voz referente, con una larga y probada trayectoria tomó protesta en enero del presente año como presidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, la ANPERT, en el cuyo acto señaló, entre otras cosas, algo que viene a cuento en estos álgidos momentos y me permito reproducir a modo de homenaje a sus compañeros caídos y a todo su gremio: “los periodistas no somos distintos al resto de la población, pues tenemos los mismos empeños y deberes legales, pero sí somos diferentes porque nos matan por lo que sabemos o creen que estamos enterados… si los políticos o los gobernantes no tienen la capacidad, están los periodistas para tomar vanguardia”.
Vaya que sé que cuentan con la capacidad, tengo el honor de ser hermano de otro gran periodista. Te abrazo Miguel Ángel.
Eduardo López Farías.
Doctor en Administración Pública
Twitter: @efarias06