Pues sí lo entiendo señor maestro, entiendo que el muchacho tiene que venir a la escuela y usted debe entender que es el único que me queda, los otros se fueron al Norte a buscar una vida mejor y cuando me hablan escucho en su voz que no la encuentran, que están tristes, que sufren, que no los entienden, que no tienen a los tatas juntos para que la vieja les tortee y les haga el atole o los frijoles negros, allá, puros bayos, y los pollos no saben a nada y los huevos apestan y son caros y las papas no tienen pasta ni sabor y
los aguacates no saben, ni las manzanas tienen el sabor de criollas, ni los peces tienen el olor de mar o de río o los chapulines de tierra, todo es industrial, todo sabe a lo mismo, y así, ellos, allá, buscando una vida mejor y solamente encontrando la soledad. Lo entiendo señor profesor, usted sabe que antes mandé siempre a mis niños a la escuela y tenía más fuerzas y no necesitaba tanta ayuda para sembrar y preparar la tierra ni traer la leña, ni recoger el hongo ni la vaina, ni para mantener la cosecha, sembraba el maíz y alterno el frijol y el tomatillo y el haba y me ponía feliz cuando tenía la mazorca el huitlacoche y el elote y el frijol tierno y recogíamos los chapulines de milpa y corríamos después de la lluvia a recopilar los hongos de todos, sabrosos, guisados con chile y tomate, todo limpio y del día, pero hoy, solo me queda este crio y le tengo que enseñar a la siembra a tomarle gusto al campo, los pedacitos de tierra los tenemos que cuidar es lo que nos da la manutención y le agradecemos al Señor Dios por el agua y el sol y la cosecha y rogamos porque no vengan las heladas ni el granizo, y si vienen, pos ni modo, es su voluntad, y su voluntad no se discute. Entiendo señor profesor que el niño tiene que aprender, pero ustedes deberían también conocer lo que es sentir la tierra en las plantas de los pies, sembrar y esperar con la esperanza y el buen decir de la oración de la cosecha y que reviente la semilla y resembrar en los surcos lo que se va perdiendo o se lo lleva el conejo o la ardilla que también son animalitos del señor Dios…
Y la verdad, no crea que soy tonto o necio, entiendo que ustedes quieren que progresemos y no veo cómo, porque las letras y los libros y las cuentas no dan de comer ni se comen, no son alimento, son como los rezos que dan esperanzas pero no producen, lo que crea es la sembrada, el cuidar con amor cada mata, cada maíz, cada planta de frijol y de tomate y de haba y de lenteja. Ustedes me hablan de progreso y yo, como mejor que muchos en la ciudad, no como diario con manteca porque no todo debe ser guisado así, pero como quintoniles y guías de calabaza y recojo los huevos de la gallina y unos son para reproducir y otros para comer y son frescos, del día y saben diferente y damos gracias al animalito por su producto y ellos van a buscar los gusanos y los granos de la tierra, son agradecidos, no son gordos porque son sanos y saben bien. Yo como señor profesor mejor que muchos viejos ricos que están enfermos y no comen más que dietas y toman medicinas y le digo con todo que jamás me he enfermado y tomado medicinas, porque las nuestras están en el monte y ahí está la hoja santa y el hierba buena y el toronjil y el gusano mantecoso para la sobada y para la tos y el dolor de muelas y el dolor del cuerpo y no nos contaminamos, dicen ahora, con las mugres de medicamentos que curan algo y joden otra cosa, como a mi compadre Moisés que se fue para que lo operaran y le resultó que después de un tiempo en la ciudad comiendo cosas que no son naturales le dio la enfermedad del azúcar, la diabetes esa y le salieron granos por la cabeza y en la piel y dizque por el sol tenía cáncer de piel y le trataron con mugres y se quedó sin pelo y en los puros huesos, y mi comadre mataba las gallinas para hacerle sus caldos y ya nada, no reaccionaba, hasta que un buen día solo suspiró hondo y fuerte y se fue, se murió.
Ya tengo los ochenta años, dice mi tata que todavía vive que él estuvo en la levantada y la asonada y la revolución y que así estuvo por varios pueblos en el norte y en el centro y muchos del sur y todos tienen como base la milpa, en la milpa está la verdadera revolución y la justicia para los hombres del campo y por eso nos la quieren chingar, con perdón de usted, que puede ser muy leído pero lo que lee no es suyo, no son sus pensamientos, son lo que le cuentan otros, y esos, no siempre dicen la verdad, la verdad la da la experiencia y el corazón, y por eso le hablo así con la confianza y con afecto y razonando que mi niño tiene que aprender cada cosa del campo porque de ahí va a comer y dará de comer a más y a sus críos y a sus animales. Tiene que conocer la lectura del cielo para cuando sembrar y cuando comenzar la cosecha y los ciclos de la milpa, profesor, solo de la milpa hemos criado a muchos niños en la familia y estamos con mis tatas que viven todavía sanos y viejos, pero fuertes, de pie y rectos, como cuando crecen los buenos árboles que no se enchuecan, por eso, de la milpa enterramos el corazón y los pulmones y damos gracias al cielo y a la tierra y al agua y al viento y al fuego, y por eso quemamos para poder sembrar, limpiamos de malas vibras los suelos de la milpa y le rezamos con fe y damos la constancia de nuestro empeño y valor y fuerza, y por eso, mi niño, vendrá a la escuela después de la milpa para que aprenda a ser hombre de bien y de letras, a él le gustan los números y hace cuentas y chifla las notas de las canciones y dice que le gusta la guitarra y sus acordes y canta con alegría y sin llantos y va alegre con los huaraches nuevos y el calzón de manta limpio y la camisola bordada y el sombrero de tejido fino para la cantada. Si mi niño es de escuela pero también es de raíz, maíz, frijol, chile y de tierra, y él, es la esperanza de todos los de aquí y de que la milpa no se seque y crezca todo el año y siempre sea buena y nos alimente del cuerpo y del alma… el verdadera solución, señor profesor, es la milpa y el trabajo honrado de los campesinos con tierra y sin tierra que somos los que guardamos a la tierra y la cuidamos y la sobamos y la amamos porque de maíz somos y de ahí nos alimentamos…el maíz es alimento, tortilla, plato, cuchara y paz social mi buen profesor, que no se le olvide, porque cuando se olvida, se muere uno de tristeza…o aparecen los balazos y la muerte y el llanto…muchos mexicanos con educación, viven en la pobreza y la desilusión…y así, se llama a la revolución: por la injusticia social.