A la ya de por sí situación violenta que viven muchas mujeres y niñas en condiciones que se han vuelto "normales", hay que agregar las consecuencias del confinamiento
obligado por la pandemia del Coronavirus, lo cual ha incrementado los índices de violencia familiar contra las mujeres y en algunos casos, también contra hijas e hijos. Quedarse en casa ha puesto en riesgo la vida de todos ellos, sujetos a la ira, la frustración y el machismo de los hombres.
El colmo es que el presidente reconozca que "el machismo existe", pero que también hay "mucha fraternidad familiar"; o que responsabilice a las hijas del "cuidado de las personas mayores, porque es costumbre nacional y los hombres somos más desprendidos". Sus dichos no hacen más que reproducir los patrones estereotipados machistas de "los ancestros" que, por cierto, nadie reniega de nuestra cultura pero, vale la pena cuestionar si ¿eso es parte de la transformación nacional? ¿Justificar la inacción del gobierno con aspectos culturales?
El encierro ha sido la mejor forma en que los agresores controlan, aislan y maltratan a su antojo a las mujeres, sin que éstas, en la mayoría de las ocasiones, pueda pedir ayuda. A la larga, estas agresiones pueden cobrar muchas vidas si no se mide en exacta dimensión este problema.
Desde el inicio de la cuarentena, las denuncias por violencia contra las mujeres ha ido en aumento. La realidad en datos indica que la violencia intrafamiliar ha aumentado un 20.7%. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), se recibieron 115 mil 614 llamadas al 911, es decir, 155 llamadas por hora durante la Jornada de la Sana Distancia. También hubo un incremento del 92.2% del acoso; 62.9% del hostigamiento sexual; 25.6% del abuso sexual y 14.6% de violación. Sin embargo, estos porcentajes no se traducen propiamente en denuncias formales del maltrato recibido, ni reflejan tampoco si las mujeres tienen información suficiente para saber cómo denunciar estos hechos o si tienen los medios para hacerlo.
Es lamentablemente que para el presidente, si no hay denuncia, no hay forma de demostrar que la violencia intrafamiliar haya aumentado, a pesar de que se reporte que se reciben alrededor de 155 llamadas por hora de mujeres violentadas. Dice que "En el caso de la violencia en general y la violencia contra las mujeres no hemos nosotros advertido un incremento; desde luego la forma que tenemos de medirlo son las denuncias que se presentan, puede haber cifra negra, pero en las denuncias no ha habido un incremento". Valiente sensibilidad y seguimiento en la etapa de confinamiento. No tiene ni idea del peligro que corren las mujeres.
En parte esto explica el por qué tenemos un sistema tan deficiente de ayuda para las mujeres en caso extremo de violencia, porque quien encabeza la máxima autoridad en este país minimiza el problema. No obstante negar el aumento de la violencia doméstica, declara que tiene la "conciencia tranquila... porque su gobierno tiene programas para proteger a todos". ¿En serio está tranquilo ante las miles de situaciones de violencia que han cobrado la vida de muchas mujeres? No es de extrañar que desde que empezó esta administración, en diciembre de 2018, han sido constantes las declaraciones del presidente sobre su desdén hacia el tema de las mujeres.
Si para el presidente no es importante alertar sobre estos peligros, que pueden derivar en la muerte de las mujeres, pues con mayor razón las autoridades encargadas de impartir justicia en este rubro desatienden las llamadas de ayuda o le dan poca importancia a las posibles denuncias que pudieran hacerse al respecto. Lo grave es que de no atenderlas a tiempo, se corre el peligro de muerte. No hay que olvidar que en muchos de los casos, la violencia extrema puede terminar en feminicidio. Sin duda alguna, la postura del presidente contrasta con la de su secretaria de Gobernación, quien ha señalado que "la violencia familiar se incrementó en 52% durante los últimos días en gran parte de la población que ha permanecido en cuarentena por el Covid-19".
¿Cuántas vidas más tienen que perderse para que el presidente reconozca que también hay una pandemia de violencia de género en estos momentos? ¿Cuántas vidas más va a costar la indolencia, la impunidad y la omisión del Estado?
Desde hace años, las mujeres todas, sufrimos violencia y gran parte de las mexicanas sentimos el peligro. Manifestamos nuestro enojo e indignación porque no estamos seguras ni en la escuela, ni en la oficina, ni en la calle, ni siquiera en casa. Y las autoridades, incluido el Ejecutivo, han sido incapaces de garantizar el don más preciado que tenemos: la vida.
Por eso hoy se hace urgente que la violencia doméstica sea atendida con un debido acceso a la justicia, para que se gobierne y se implementen acciones con perspectiva de género.
Es importante que todas seamos solidarias con nosotras. No permitir que la voz de una sea silenciada o atemorizada por la violencia verbal o física. Estar atentas, estar en alerta, estar dispuestas a apoyar y denunciar en caso necesario. Ya está visto, para el gobierno no pasa nada. Para muchas de nosotras va la vida en ello. Actuemos con prudencia y sensatez. Es por nosotras.