Fracasar es: renunciar

Estamos viviendo días, semanas, meses que son verdaderamente un reto para la gran mayoría de las personas, amenazados por un virus que ha diezmado a la población mundial, rodeados de violencia, y transitar se ha vuelto un asunto de vida o muerte, ya que nunca se sabe qué se puede esperar

de las personas que nos rodean, o nos asaltan, o nos atropellan, o nos insultan y agreden.

Pero tal vez, el mayor reto para todos los que nos encontramos viviendo esta etapa, es el de salir adelante con los gastos familiares, lograr mantener una estabilidad económica que nos ayude a sobrellevar el encierro forzado, la falta de empleos, la carencia de oportunidades.

Y ante esto, son muchos los que se sienten fracasados, a tal grado los agobia este pensamiento que ya suman decenas las personas que ante el peso del fracaso en sus espaldas se quitan la vida.

Ya lo dijo John F Kenedy: "El triunfo tiene muchos padres, pero el fracaso es huérfano".

Hay que admitir que todos, alguna vez, hemos tenido reveses cuando emprendemos algún negocio, en los estudios, con la familia, los amigos o en la pareja, lo cual nos ha hecho sentir frustrados, decepcionados, abatidos, fracasados.

El fracaso significa eso, cuando algo no nos sale como esperábamos. Fracasamos cuando iniciamos tareas sin el convencimiento de que podemos lograr lo que nos imaginamos que no podemos hacerlo.

A veces no nos creemos merecedores del éxito, subestimamos nuestras capacidades y obviamente, fracasamos. La experiencia del fracaso vive en nosotros en la medida en que no seamos capaces de creer en nosotros mismos. Y esto es una actitud errada.

Debemos ver las fallas como un aprendizaje, el fracaso nos enseña que siempre hay cosas por aprender. Sí un niño que está aprendiendo a caminar, dejará de hacerlo porque en su primer intento se cae, nunca caminaría. La mayoría de los niños se paran y vuelven a intentarlo hasta que lo logran.

Si no acertamos la primera, volvamos a intentarlo. No debemos agotar nuestras energías persistiendo en lo mismo que ya falló, sino reconocer el error e insistir de otra manera.

El haber nacido ya es un éxito y de allí en adelante, nuestra experiencia debería, por derecho, exitosa. Cuando no es así, es porque no reconocemos nuestros éxitos, por pequeños que estos sean.

Fracasamos por muchas razones. La primera es porque en la medida en que crecemos, nos van enseñando a través de refuerzos negativos. Nos recriminan por nuestros errores, pero no nos premian por lo bueno que hacemos. Se nos castiga si reprobamos alguna materia en la escuela, pero no se nos premia por haber pasado las otras. Es así como vamos creciendo.

En nuestro trabajo, el jefe nos recrimina si cometemos un error, pero no nos premia cuando llegamos temprano, hacemos nuestro trabajo bien y a tiempo o somos responsables. Esto va generando en nuestro interior frustraciones que nos hacen sentir indignos o poco merecedores del reconocimiento.

Cuando esta desesperanza se apodera de nosotros, comenzamos a fallar como forma de llamar la atención. Lo que no sabemos es que, con esta actitud, lo que hacemos es vender una imagen de trabajador poco eficiente e irresponsable, pero lo único que conseguimos es que nos despidan.

Es importante que aprendamos a ser más asertivos y hablemos lo que nos pasa. Muchas veces, el ansia desmedida de reconocimiento nos lleva a sentirnos fracasados cuando no lo obtenemos.

Y fracasamos en nuestro trabajo. Lo más sano es que realicemos nuestra labor lo mejor posible, todo el tiempo. Lo importante es que nos sintamos recompensados con nosotros mismos. El reconocimiento externo, vendrá después. Si no es así, no tenemos por qué sentirnos fracasados.

En segundo lugar, fracasamos cuando nos establecemos metas que están mucho más allá de lo que podemos alcanzar por el momento. Metas a las que no somos capaces de llegar en el momento.

Decidimos, comprarnos algo que está por encima nuestras posibilidades. Una vez que lo tenemos, caemos en cuenta que no lo podemos pagar y tenemos que devolverlo por no poder cumplir con los pagos. Perdemos nuestro dinero y el crédito de quien vendió. Entonces fracasamos porque no supimos hacer una elección que estuviera al alcance de nuestras posibilidades.

También fracasamos porque nos negamos a intentar algo nuevo. Decimos "no sé cómo hacerlo" y no preguntamos, porque no queremos parecer tontos por no saberlo hacer.

Debemos dejar el miedo al ridículo pues todos somos seres humanos y nos equivocamos. Recordemos que errar es de humanos. Lo importante es que volvamos a intentarlo. No importa en qué campo queramos desempeñarnos. Los principios son los mismos:

Es necesario trabajar y esforzarse de forma constante, aprendiendo todos los días. Y aprender es, precisamente, cometer errores hasta que conseguimos que las cosas nos salgan bien.

Cada vez decidamos emprender un proyecto, debemos estimularnos por los progresos alcanzados en cada etapa del proceso. A veces pecamos de exigentes y hasta no alcanzar el objetivo final, no somos capaces de alegrarnos por los resultados que vamos obteniendo.

Cuando un niño comienza a hablar, sus padres lo elogian y estimulan por los adelantos que poco a poco va obteniendo. De esta manera, el niño procura hacerlo mejor.

Cuando aprendemos algo nuevo tenemos dos alternativas: O nos estimulamos con cada pequeño éxito, o nos dificultamos el aprendizaje sintiéndonos torpes diciéndonos que somos un fracaso.

Muchos actores o actrices piensan que su actuación ya es perfecta con el primer ensayo y no se dan cuenta que el propósito de los mismos es aprender. En ellos, se cometen errores, se prueba de nuevo y se aprende. Si tienen que ensayar muchas veces, se sienten fracasados.

Sólo intentando con insistencia podemos aprender lo nuevo y convertirlo en una parte natural de nuestra forma de trabajar, de estudiar o de planificar para que las cosas nos salgan como queremos. Si observamos el trabajo de un verdadero profesional en cualquier campo, estamos viendo el resultado de innumerables horas de práctica. Primero en los estudios y luego en su experiencia como trabajador. Nada viene sin esfuerzo.

No importa cuanto tiempo hayamos perdido creyendo que somos un fracaso. Nosotros mismos podemos comenzar a elaborar nuestro propio patrón de éxito. Sólo debemos dejar que en nuestro interior surjan ideas que nos hagan sentir que vamos en la dirección correcta. No subestimemos nuestra inteligencia preguntándonos ¿Cómo vamos a lograrlo? Los cómo vendrán después.

Todos merecemos el éxito en cualquier aspecto de nuestra vida, pero debemos trabajar para obtenerlo.