Mariano y Valeria, tenían diez años de casados, habían procreado tres hijos de nueve, siete y cinco años, ella desde un principio se dedicó a las labores de su hogar y a cuidar a sus hijos.
Él al quedarse sin empleo siete años antes, se sacó un tarjetón y comenzó a trabajar en un taxi, le gustaba manejar y su trato con la gente, amable, atento y educado, le generaba una ganancia extra con las propinas que le dejaban después de pagarle el importe de la dejada.
Traía el taxi en tiempo completo, así que podía trabajar las horas en que consideraba que podía ganar más, así que Mariano y Valeria poco a poco se fueron acostumbrando a verse a diferentes horas del día o de la noche.
Con lo de la pandemia del covid-19, las ganancias de Mariano se vieron afectadas, ya que entre la cuenta que tenía que pagar para usar el taxi, la gasolina y otros gastos, apenas y le alcanzaba para sobrevivir.
Varias veces se vio deprimido por la situación que le tocaba vivir con su familia, no obstante, Valeria siempre lo impulsaba a que siguiera adelante, le aseguraba que vendrían tiempos mejores y que entonces podrían llevar adelante los planes que ya tenían desde antes.
Contagiado por el optimismo de su esposa y el apoyo que ella le mostraba de manera incondicional, además del gran amor que se tenían, Mariano no dejaba de trabajar, salía en el taxi buscando pasaje, luchando por seguir adelante en esta dura prueba que la vida le presentaba.
Fue entonces cuando las cosas fueron a peor, la suegra de Mariano sufrió un paro cardiaco, nadie lo esperaba ya que la señora gozaba de buena salud, comía de manera sana, se cuidaba y seguía las normas sanitarias y aun así, dela noche a la mañana, un paro cardiaco acabó con su vida.
Los pocos ahorros que tenían para soportar la crisis, fueron aportados como cooperación para solventar los gastos del sepelio, Valeria estaba deshecha, realmente amaba a su madre y la veía como a una gran amiga, siempre aconsejándola y siempre señalándole sus errores para que fuera mejor madre y mejor mujer.
Mariano se mantuvo al pie del cañón, apoyando a su mujer, dándole consuelo con su cariño y su presencia y al paso de los días, aunque la veía triste, se daba cuenta que ella se iba recuperando.
En esas estaban cuando un nuevo golpe de la vida lo iba a sorprender, su padre, el hombre al que tanto admiraba y al que tanto quería, fue diagnosticado con el covid-19 y lo internaron de gravedad en uno de los hospitales.
La desesperación y la incertidumbre de no saber como evolucionaba en el tratamiento, de no poder verlo, de no poder estar cerca de él, no le permitían salir a ruletear con tranquilidad y aun así, sabía que necesitaba el poco dinero que ganara para los gastos de su hogar.
Su madre se había avejentado diez años en los últimos siete días que tenía su padre internado, hasta que al final, le dieron la mala noticia, su papá había muerto por bronconeumonía atípica.
Al contrario que con su suegra, a su padre no lo pudieron velar y lo tuvieron que cremar por ley, así que se mantuvo al lado de su madre para inyectarle ánimos en esos momentos tan difíciles, Valeria superaba su propio dolor para estar al lado de su suegra y de su esposo que en ese momento la necesitaban llena de entereza.
Poco a poco Valeria y Mariano fueron curando sus heridas, con amor, apoyo y comprensión, poco a poco fueron superando esas pruebas a que la vida los había sometido de manera cruel.
Mariano comenzó a ver que el pasaje aumentaba en las calles, que la gente comenzaba a salir más y que todo podría normalizarse en los próximos meses.
No dejó de usar el cubrebocas, no dejó de llevar el gel antibacterial en su carro y en ningún momento descuidó la limpieza y la higienización de su unidad después de cada viaje que realizaba.
Habían pasado casi seis meses desde que su suegra y su padre murieran cuando esa tarde, casi al anochecer, se sintió especialmente optimista, comió con su mujer y sus hijos haciendo algunas bromas y riendo junto con ellos de manera abierta y amorosa, hasta que decidió salir a trabajar.
Valeria veía en la televisión su telenovela favorita, cuando escuchó la puerta de su casa abrirse, sólo Mariano traía llaves, así que ni siquiera volteo, en ese momento pusieron los comerciales y Valeria se levantó del sillón para ir a ver a su marido.
—¿Ya terminaste o no hay pasaje…? —le dijo al verlo frente a ella.
—Si hay pasaje, sólo que vine a verte, no sé por qué, pero tuve ganas de abrazarte y decirte lo mucho que te amo, no te lo dije al irme a trabajar y por eso regresé a decírtelo.
—Me hubieras llamado por celular o me hubiera mandado un mensaje… sabes que me gusta oírlo o leerlo.
Mariano la abrazó y un intenso estremecimiento la recorrieron de pies a cabeza, sintió que el cuerpo de su marido estaba muy frío, la voz de él en su oído se escuchó con ternura.
—Nunca amé a nadie como a ti… siempre fuiste lo que más quise en la vida… gracias por darme estos años de felicidad y gracias por soportar todos mis malos ratos, por calmar mis momentos de coraje, por apoyar mis planes, por alentarme a seguir adelante, por aconsejarme en mis depresiones, sin ti no hubiera podido seguir adelante y nunca habría apreciado la vida como me enseñaste a contemplarla…
Siempre estarás en mi corazón, recuérdalo, como también recuerda que te amo con toda el alma, con todo lo que soy y que, aunque ya no esté contigo, siempre te tendré en mis sentimientos.
A Valeria le pareció muy extraño todo aquello y estaba por preguntarle el motivo de aquellas palabras, pero no pudo, todo se puso negro, en esos momentos unos fuertes toquidos se escucharon en la puerta con insistencia.
Sobresaltada y confundida, Valeria abrió los ojos y se vio en el sillón donde se había quedado dormida, sonrió al recordar lo hermoso de su sueño, pero los toquidos en la puerta se volvieron a escuchar con insistencia.
Se levantó y abrió la puerta, una pareja de uniformados le preguntó su nombre y su relación con Mariano Rosas, ella les dijo que era su marido, entonces, la pareja de patrulleros, le informó que hacía unas horas en el kilómetro 5 de la carretera a Santa Cecilia, en Xochimilco, un camión que repartía alfalfa se quedó sin frenos y provocó un accidente en el que su esposo, Mariano Rosas había perdido la vida en el interior del taxi que conducía, por el tarjetón y su IFE supieron sus datos y le avisaban para que acudiera a reconocer el cuerpo y a realizar los trámites correspondientes.