Que lejos han quedado aquellos días de mi niñez, cuando el festejo del “día del niño” no tenía tanta relevancia como la tiene ahora, cuando las escuelas se dividían en niños y en niñas. La primara a la que me tocó acudir llevaba por nombre “Doctor Luis E Ruiz”, en ese tiempo no lo sabía y seguramente ni me
interesaba saber, quién era el galeno por el que había bautizado la escuela con su nombre.
El doctor Luis Enrique Ruiz, fue precursor de la salud pública en México, y también fue Escritor. Nació en Alvarado, Veracruz el 12 de febrero de 1857 y murió en Ciudad de México el 28 de septiembre de 1914. Estudió en la Escuela de San Ildefonso y en la Nacional de Medicina.
Preparador de higiene en la Escuela de Medicina. Secretario de la Escuela de Medicina (1886). Miembro de la Academia de Medicina (1887). Miembro del Consejo Superior de Instrucción Pública (1891). Miembro del Consejo Superior de Salubridad (1894). Regidor de Ciudad de México (1896).
A él se debe la iniciativa de cambiar los nombres de las calles de la antigua colonia Hidalgo de Ciudad de México, hoy Doctores, por el de médicos distinguidos.
Entre sus trabajos como escritor están: Memorias sobre el tifo; Estudio acerca de la vacuna y trabajos sobre la ración alimentaria y sobre el valor del baño; Nociones de Lógica; Nociones de Ciencias; Aritmética Elemental; Guía de la Ciudad de México.
Pero ya me salí del tema, decía qué en esa época, en la escuela, por las mañanas sólo iban niñas, y la escuela se llamaba y se llama: Rafael Ramos Pedrueza, un licenciado y político que nada tenía que ver con los médicos, pero, en fin, por la tarde, como ya he dicho, llevaba el nombre del Dr. Luis E Ruiz y sólo acudíamos niños, el calendario escolar noviembre de ese tiempo era de febrero ay las vacaciones escolares abarcaban los meses de diciembre y enero.
Con estos antecedentes les platico que mis compañeros de clases, eran de las colonias Doctores y la Buenos Aires, así como los hijos de los locatarios del Mercado Hidalgo.
Como se podrá imaginar, toda una gama de alumnos conflictivos, por las razones que fueron, era la época del “te espero a la salida”, del descontón a la mala, del “tiro derecho”, del “ahora va conmigo”.
También fueron los tiempos en los que se coleccionaban estampillas de cualquier cosa, deportes, artistas, carros, personajes de caricaturas, en fin, estas estampitas llamadas “larines”, servían para jugar volados, diez contra diez, quince contra veinte, o montón contra montón al águila o sol.
Los juegos de canicas, el "hoyito", el "chiras pelas", "el tope" y un sinfín de variantes con esas clásicas canicas "agüitas", "ponches", "tréboles", "ojo de ágata", que no sólo se compraban y se vendían,
Ojos morados, ropas rotas, rodillas raspadas, labios hinchados, brazos luxados, todo era parte cotidiana de esa niñez, de esa época en la que acudíamos solos a la escuela, en la que irse de “pinta” era la travesura más audaz que uno podía cometer.
Se jugaba “carreterita” con los carritos de metal que comprábamos, yoyo, balero, trompo, tacón, todo servía para enfrentarnos uno contra uno, o en ocasiones varios contra varios.
Y ni que decir del "burro 16", de las "tamaladas", del "burro corrido", de los encantados, de las escondidas, juegos había para aventar para arriba y todos nos divertíamos en grande.
Nos asustaban con el “robachicos”, “los fantasmas”, “el diablo” y si eso no funcionaba, siempre estaba el psiquiatra familiar que resultaba tan efectivo que hasta los mismos profesores y profesoras lo utilizaban: “el jalón de greñas”, “ el cinturonazo en las nalgas ”, el chanclazo, el borradorazo, el gisazo y ni que decir cuando te tocaba hacer silla invisible en el salón de clases.
Y el festival del día del niño, no era tan esperado como ahora lo hacen hasta en los hogares, en ese tiempo el día del niño se festejaba con una especie de kermese donde todos podían comprar lo que las madres donaban, no había clases y deambulábamos por el patio de la escuela comiendo lo que podíamos pagar, o gorreando de los que tenían más posibilidades de comprar cosas.
Se nos decía que lo recaudado por la venta de todos esos productos, era para mejoras de la escuela.
En ese tiempo también nos hacía ilusión las cartillas del ahorro escolar, la cual consistía en una cartulina que había que rellenar con timbres, de acuerdo a lo que se ahorrara, al final del curso te lo devolvían en dinero con un porcentaje de ganancia.
En fin, que no caeré en la falsa idea de decir que todo tiempo pasado fue mejor, porque eso no es verdad, cada uno vive en su tiempo, lo disfruta y lo goza como mejor le parece.
No podría decir si era mejor jugar en las calles expuestos al peligro que esto implica a permanecer frente a un monitor desarrollando habilidades con los videojuegos.
Lo que si puedo decir con seguridad es que, el no estarse aventando el tiro, peleándose, es mejor para los niños ahora que en aquellos tiempos en los que una pelea te llevaba a tres más, en la que no sabías otra cosa que la violencia para imponerte o conseguir algo.
La verdad sea dicha con todas sus letras, la vida es hermosa y cada etapa del desarrollo del ser humano tiene su encanto, tiene su momento y va creando una historia.
No puedo precisar si fue mejor la primaria que la secundaria, o la vocacional que la escuela superior, lo cierto es que no sólo acudí a ellas para adquirir conocimientos, en la primaria y en la secundaria me educaron con castigos físicos, tal vez me sirvió de mucho para lo que ahora soy, o tal vez simplemente fue una etapa que ha quedado en el pasado.
De cualquier modo, ahora que somos adultos, ahora que tenemos criterio y conocimientos, ahora es cuando debemos cuidar, educar y guiar a los niños, sobre todo si son nuestros hijos, más aún si son nuestros alumnos, la niñez es el futuro del país , así que lo poco que les dejemos de ejemplo será lo que les servirá para llegar a la madurez y entonces la batuta estará en sus manos… piénsenlo.