Desde el ataúd de mis recuerdos
¡Muchas felicidades a los profesores y profesoras en su día! ¡Gracias por todo lo que aportan en su día a día y sobre todo, por esa parte de ustedes que
entregan a sus alumnos! ¡Gracias y felicidades!
"No es el alumno, es el maestro", escuché alguna vez por ahí, en mis locos andares por la vida, y al paso de los años y de las experiencias tanto en las aulas como en el ámbito laboral, fui descubriendo la verdad que encierra todo esto.
Y puedo decir con toda sinceridad que realmente depende mucho de los maestros para que los alumnos estudien, aprovechen y sobre todo, asimilen sus enseñanzas.
A mi mente regresan con toda claridad los nombres de mis maestros y maestras, en la primaria, cómo olvidar a la maestra Noemí Camacho, en primer año, la maestra Josefa Ortiz, en segundo, el maestro Mario, en tercer año, el maestro Adrián, en quinto año, la maestra "Lucha" en sexto, estos docentes, en una época en la que aún no había toda la tecnología que ahora nos envuelve.
En la época en que los maestros aún "educaban" con la regla, con el borrador, con el gis, con los jalones de patillas, con los regaños y castigos, pero "educaban".
Recuerdo que el maestro Adrián, cuando veía a dos alumnos pelear a golpes en el patio de la escuela, nos llevaba a su salón y con sus alumnos nos decía: "un tiro derecho para que se les quite", y nos agarrábamos a golpes hasta que él nos separaba.
Luego en secundaria, mi maestro de matemáticas: el ing: Castro, la maestra de inglés: Mrs de las Heras, la de literatura: Herlinda Mondragón, culpable directa de que yo me dedicara a este bello oficio de plasmar con letras acontecimientos, historias, eventos y todo lo inherente al oficio.
En fin, maestros y maestras a los que recuerdo con cariño y agradecimiento ya que ellos fueron la base de mi educación y aprendizaje, sin ellos muy pocas cosas habría logrado.
Hay otros maestros que se recuerdan, no con tanto cariño, sino por otros motivos, por ejemplo, al maestro Felino Medellín, maestro de geografía de secundaria con quien estuve a punto de llegar a los golpes por su manera abusiva y lasciva de tratar a las alumnas, por lo que le reclamé.
Al maestro Onofre, de documentación en Vocacional, también por el mismo motivo, lo confronté, a ambos en los patios de las escuelas, a ambos de frente y con toda claridad.
Dejando a un lado a los maestros académicos, a esos maestros que nos dieron enseñanza y teoría, todos tenemos en mente a esos maestros que fuera de las aulas nos fueron preparando para la vida laboral y para los avatares del destino.
En primer lugar, Juana Núñez, mi mejor maestra en todos los sentidos de la vida, por ella pude aprender música, filosofía, literatura y muchas otras cosas más, de manera práctica y sencilla.
Alfonso González, mi maestro de manejo, gracias a él pude aprender a distinguir entre el conducir y manejar un automóvil, además de uno que otro secreto para que el volante fuera tu mejor amigo y no tu peor enemigo.
Recuerdo a Héctor Saldaña, mi maestro en contabilidad y amigo en el duro camino de la vida, al Lic. Tiburcio Lozano, mi maestro de leyes y mi amigo en momentos muy difíciles, a Carlos Mendoza, editor y mi primer maestro de periodismo, culpable directo de que yo ingresara al mundo de las noticias y viera la realidad desde un punto objetivo y claro.
A Raúl Martínez, mi primer maestro, que me diera las bases para la redacción y creación de historietas, a Guillermo Mendizábal Lizalde, mi segundo maestro, que me enseñara a pulir y a construir las historietas, a Rémy Bastien, mi tercer maestro, que me diera categoría, personalidad y estilo en el bello oficio de historietista.
A Raúl González Núñez, el principal culpable de que me viera involucrado en el mundo de la ofimática y que además me hiciera el concepto más fácil, a Ricardo Gandulfo, el motivador para que yo descubriera el mundo del hardware computacional.
Todos ellos fueron grandes maestros para mí, y aunque no fue en un aula de clases, ni se tomaron apuntes, ni se dieron lecciones didácticas, sus consejos, sus regaños, sus orientaciones en los momentos reales, en los momentos en que las cosas están ocurriendo, fueron determinantes para que toda mi atención y deseos de aprender estuvieran latentes.
Gracias a todos ellos pude avanzar, pude seguir, pude lograr cosas que ni en mis más locas fantasías escolares hubiera podido concebir, aunque tuviera la teoría.
Y en las diferentes redacciones en las que he tenido el placer de laborar, me he encontrado con esa realidad, tienes jefes, compañeros, tal vez amigos, pero muy pocos son tus maestros, por el contrario, es más fácil que encuentres hermetismo e indiferencia hacia tus ansias de conocimiento.
Es más fácil que a las preguntas que hagas las eludan con excusas que hasta dan risa, es más fácil que aprendas de otras personas ajenas a tu redacción y lo sé porque lo he vivido.
Y podría hablarles de muchos otros maestros que de una o de otra manera han influido en mi vida, para bien y para mal, en mi formación profesional y sobre todo, en mi formación personal, que tal vez es la más importante de todas.
Es por ello que hoy, que la mayoría festeja su día ya que mañana no es día laboral, quiero ofrecerles un reconocimiento a todos y cada uno de los docentes que ilustran a sus alumnos, mayormente a los que los motivan y los impulsan y sobre todo aquellos que son un verdadero ejemplo para que el alumno desee superarse y quiera aprender mucho más.
Un fuerte abrazo para todos ellos y mis más sinceras felicitaciones, así como mi cariño y mi reconocimiento para los maestros que fueron la causa de que yo esté aquí, escribiendo mis recuerdos, viviendo mis anécdotas y sobre todo, agradecido con la vida.