La masacre de 303 chinos fue un hecho trágico ocurrido en México hace más de 110 años, ahora calificado como “un pequeño genocidio”, pero borrado de la memoria pública, que recientemente ha tenido notoriedad gracias al acto oficial del gobierno federal en el que se pidió perdón al pueblo chino por ese acontecimiento histórico que, además, es el tema central de la obra La casa del dolor ajeno. Crónica de un pequeño genocidio en La Laguna. (2015), de Julián Herbert, escritor polifacético nacido en Acapulco, pero “norteño por convicción”, que siendo muy joven llegó a vivir a Coahuila y por voluntad propia ahí se estableció hasta la fecha.
Me parece que la cultura norteña que Julián Herbert ha logrado asimilar en más de treinta años de residencia coahuilense ha sido un factor fundamental para que este escritor se haya interesado en indagar sobre una cuestión por demás escabroso: el anti chinismo nacional evidenciado por la masacre de 303 chinos en Torreón, Coahuila, allá por los albores de la Revolución mexicana, en la capital económica y política de la región lagunera y en la cuna de Francisco I. Madero, uno de los héroes de la historia mexicana oficial.
El sentimiento de culpabilidad o vergüenza de ese trágico acontecimiento hizo mella en la historia oficial de la época y hasta nuestros días, lo mismo que en la tradición oral coahuilense. Si bien esta narrativa popular da cuenta de la tragedia, lo hace de forma tergiversada y dejando a salvo a los protagonistas locales, según nos relata Herbert en La casa del dolor ajeno. Crónica de un pequeño genocidio en La Laguna, una de sus publicaciones más recientes. Al respecto, manifiesta, “es un libro que disfruté mucho, y que me atormentó mucho también, de manera muy distinta a los demás libros que he escrito”. Por cierto, varios de ellos galardonados: uno con el Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola 2006; otro con el Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez 2008; y uno más con el Premio Jáen de Novela 2011; y el Premio de Novela Elena Poniatowska 2012, entre otros reconocimientos literarios.
Es sorprendente saber que Julián Herbert llegó a interesarse por un tema de índole histórico y de naturaleza aparentemente distante de la literatura de ficción de modo incidental, esto es, en una charla con su amigo Carlos Valdés, cronista oficial de la entidad e historiador de formación. Para este personaje, la masacre de chinos de 1911 no sólo constituyó una “atrocidad” en sí misma, sino también porque siempre se ha culpado a Francisco Villa de ello. “Y yo —aclara Herbert— que le tengo simpatía a este actor revolucionario, me interesé de inmediato: ¿cómo que no fue Villa?”
Esta curiosidad llevó a Julián Herbert a hurgar en archivos históricos, tanto oficiales como privados; a leer todo tipo de textos publicados sobre el tema; a entrevistar a cronistas e historiadores, a descendientes de los sobrevivientes, a gente común, como los taxistas de Torreón, Saltillo y Ciudad de México, todo en su afán por armar un rompecabezas “como quien intenta restaurar una antigua pieza cinematográfica para entender de qué se trata el fotograma”, según sus propias palabras:
El resultado fue por demás exitoso desde diversas perspectivas. La casa del dolor ajeno. Crónica de un pequeño genocidio en La Laguna es una obra de gran calidad literaria, escrita con sensibilidad humana y maestría en el uso del lenguaje, en la construcción de metáforas, la descripción de situaciones recreadas y la reconstrucción de paisajes, hechos y personajes. Lo que Julián Herbert logró fue una obra sui géneris que enfatiza la veta poética de su autor. Los datos e información recabados por Herbert los presenta desde una triple subjetividad de narrador-escritor-investigador, en la que la recreación de los hechos históricos son los ingredientes principales de una obra de ficción contada con amenidad y belleza literaria.
Asimismo, La casa del dolor ajeno. Crónica de un pequeño genocidio en La Laguna es un buen ejemplo del nuevo periodismo, llamado “gozno”, que plantea un abordaje directo de los temas noticiosos en el que, a diferencia del estilo tradicional, la subjetividad del reportero-escritor se hace evidente y es parte importante de la historia que se cuenta.
Por otro lado, esta Crónica también tiene valor por la denuncia pública que hace de una condición social presente en el México contemporáneo en cuanto a la violencia generalizada y hasta institucionalizada que se respira en el país desde hace varias décadas. En este sentido, Julián Herbert acusa que la pretensión del gobierno mexicano revolucionario y post revolucionario de principios del siglo XX, para tratar de borrar del imaginario colectivo ese hecho histórico, a la vuelta de los años dio lugar a una postura política cambiante y acomodaticia que mucho nos recuerda a la de gobiernos más recientes a nuestra realidad inmediata.
A pesar del silencio oficial, o tal vez como su consecuencia no deseada, en La casa del dolor ajeno. Crónica de un pequeño genocidio en La Laguna Julián Herbert establece un diálogo con sus lectores en torno a temas de una realidad social que, no a pesar de su distancia en el tiempo, sigue presente en el entorno cotidiano de los mexicanos del siglo XXI: asesinatos masivos, desapariciones forzadas, migración, conflictos regionales, xenofobia y las interpretaciones de la verdad y la justicia desde el poder.
Para finalizar esta reseña, traemos a cuenta que esta semana coincidentemente el equipo de fútbol profesional de la región La Laguna, Santos, disputa la final de la liga mexicana de fútbol, temporada 2021, y que uno de los dos partidos de la ronda que definirá al nuevo campeón habrá de jugarse en el estadio de este equipo en La Laguna, el cual, refiere Julián Herbert, “tiene un mote que está inscrito en los muros del reciento (estadio) [que] no deja de ser cruel, aunque nos guste mucho: lo llaman (al estadio): la Casa del Dolor Ajeno”.