Sintió que se ahogaba, así que trató de respirar por la nariz y la boca, pero un montón de tierra le hizo que volviera a cerrar la boca, no podía abrir los ojos y sentía todo su cuerpo pesado, no entendía que estaba pasando, aunque sabía que tenía que hacer algo para poder respirar ya que no aguantaba más.
Haciendo un supremo esfuerzo, logró mover sus manos y comenzó a separar la tierra que lo cubría, sus movimientos eran desesperados, angustiantes, y en medio de todo aquello, tenía miedo, se sentía aterrado y no lograba comprender el motivo de esa sensación.
Finalmente logró sacar una de sus manos por encima de toda la tierra, eso le dio ánimos y esperanzas y como le fue posible, siguió moviendo sus manos para eliminar la tierra hasta que lo consiguió, se levantó sentándose y su boca se abrió con agonía.
Pese a la tierra que tenía en la boca, comenzó a jalar aire, con sus manos trató de limpiar su nariz y sus ojos, y poco a poco lo fue consiguiendo.
Sentado como estaba, comenzó a quitar la tierra de sus piernas arrojándola hacia a un lado, cuando por fin terminó, sentía sus dedos agarrotados y le ardían ya que con la fricción se los había despellejado.
Se levantó y se dio cuenta que se encontraba en un llano completamente solitario, volteó hacia sus pies y vio los cuerpos de dos hombres, medio sepultados.
Esforzándose al máximo salió de aquella tumba improvisada y sintió un profundo dolor en su cabeza, se llevó la mano hacia la sien derecha y notó la sangre que escurría.
No quiso esperar más, comenzó a caminar, tenía que pedir ayuda, tenía que informar aquello que le había pasado, las cosas no se podían quedar así.
Mientras caminaba por aquel solitario paraje, a lo lejos vio una carretera no muy transitada, caminó hacia ese lugar y una vez que estuvo en el asfalto, no supo que hacer, no sabía para que dirección caminar, le dolía todo el cuerpo y en especial la cabeza.
Sin saber aún lo que iba a hacer, comenzó a caminar hacia su derecha, siguiendo la carretera, sus piernas no le respondían con la rapidez que él hubiera querido, pero aún así no se detuvo, siguió avanzando paso a paso, tenía que encontrar a alguien, de ello dependía su vida y el hecho de que se supiera lo que había pasado.
No supo cuanto tiempo avanzó, su cuerpo se mantenía en movimiento por inercia, su mente no estaba trabajando, veía la carretera sin ver, parecía un muerto deambulando por la oscura y solitaria noche.
De pronto, vio las luces de un auto y como si esa hubiera sido la señal, levantó los brazos y los agitó, trataba de llamar la atención hacia su persona parándose frente a las luces.
Cuando el auto se detuvo, vio que era una patrulla de la policía, sintió alivio y gozo de que así fuera, se acercó a ellos que lo iluminaron con sus lámparas.
Les dijo que necesitaba su ayuda, que los habían matado a todos y que los habían sepultado, que ellos podían ayudarlo para denunciar a esos tipos que los asesinaron.
Los policías le pidieron que se calmara, que no le entendían bien lo que estaba diciendo, uno de ellos le ofreció un termo para que bebiera un poco de café caliente.
Una vez que se refrescó y que se calmó un poco comenzó diciéndoles que era un migrante de centro américa, que en compañía de otros habían emprendido la difícil y dura aventura para llegar hasta los Estados Unidos.
Que hacía dos semanas unos tipos los habían encontrado en la ciudad y les ofrecieron ayudarlos, así que él y doce migrantes más, accedieron a acompañarlos.
Los metieron en una especie de bodega y les dieron de comer y de beber, luego les pidieron sus documentos y los nombres de sus familiares y sus teléfonos, según les dijeron, para avisarles que ya estaban por cruzar la frontera.
Esa misma tarde comenzaron las llamadas, él personalmente los había oído hablar con los familiares de los migrantes pidiéndoles una fuerte cantidad de dinero para liberarlos, estuvo tentado a decirles a los otros lo que pasaba, pero tuvo miedo de que lo mataran para callarlo o que no le creyeran sus compañeros de viaje.
Durante una semana estuvieron hacinados en aquel lugar, mal comían, mal bebían y mal dormían, hasta que hacía unas horas los sacaron y los montaron en una camioneta diciendo que ya se iban con los gringos, que se alegraran.
Los llevaron hasta ese paraje en donde los obligaron a bajar a punta de pistola y junto a un agujero que había en el suelo, les habían ido disparando a uno por uno matándolos a sangre fría, cuando llegó el turno de él intentó convencerlos de que lo dejaran vivo, pero ni lo escucharon, le dispararon a la cabeza, con tan buena suerte que la bala no penetró en su cerebro, aunque, el impacto lo hizo perder el conocimiento y cayó al agujero.
También les narró como reaccionó y como salió de la tumba, les dijo que podía identificar a los asesinos y que conocía sus apodos, se los mencionó uno a uno.
Los oficiales le dijeron que los llevara hasta el lugar donde estaba la tumba para que dieran aviso a la comandancia, después irían por esos malditos asesinos.
A bordo de la patrulla llegaron hasta el lugar donde estaba la tumba clandestina, los dos policías bajaron con él y caminaron hasta el sitio indicado.
Mientras el hombre le explicaba a uno de los oficiales la forma en que habían estado parados en aquel lugar, el otro policía se colocó tras de él y con la pistola en la mano le disparó un tiro en la nuca, botándolo hacia el agujero.
—Métele otros dos… no vaya a ser que se vuelva a salir este infeliz…
El policía disparó un par de ocasiones más y luego, con una pala que llevaban en la cajuela de la patrulla cubrieron nuevamente la tumba.
—Ese infeliz nos quería echar a perder el negocio, pareja…
—Sí… pero ya no hablará más… ora hay que ir a cobrar lo que nos toca por haberle callado la boca… bueno vámonos que tenemos que hacer la ronda…