LIC. ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR
PRESIDENTE DE MÉXICO
Las deficiencias que a menudo aquejan a los socialistas son el dogmatismo y el sectarismo.
Lenin
Leí con cuidado la transcripción de la mañanera de ayer, en la que inauguró la sección Quién es quién en las mentiras.
Así no va a resolver su confrontación con los medios de comunicación, porque el problema es más de fondo: siempre los ha visto como enemigos y no como espacios sociales necesarios –y hasta útiles— a sus propósitos políticos.
Ahora bien, si usted cree que tal como están “las mañaneras” son “ejercicio de comunicación circular”, anda algo errado.
La comunicación sirve para establecer una relación cooperativa entre las partes, pero tienen sus reglas y usted las rompe todos los días.
Primero, para comunicarse debe haber respeto mutuo entre las partes. Usted nos atribuye a todos los medios, periodistas y opinadores las peores características; ayer mismo nos tildó de “canallas”, “acostumbrados a robar” e “hipócritas”.
Que hagamos cuestionamientos o críticas es otra cosa. Revise las hemerotecas y vea las críticas hechas a los tres últimos presidentes. Ni Fox, ni Calderón ni Peña se quejaron.
La segunda condición es la calidad del diálogo y la información entre los participantes. Además de las aburridísimas lecciones de historia o de moral cristiana que da en las mañaneras, también incurre en imprecisiones, verdades a medias o francas contradicciones. Al 2 de junio, el despacho Spin Taller de Comunicación Política le ha contabilizado 53 mil.
Entiendo que defienda su proyecto, pero veo un protagonismo excesivo que incrementa las probabilidades de que cometa un error, pues no tiene por qué saber al detalle lo que pasa en el Poder Ejecutivo. Para colmos, cuando lo pescan en curva usted sale con su clásico “yo tengo otros datos”.
Los periodistas no escuchamos a los políticos para tomar dictado. Nuestro trabajo implica la reflexión y el cuestionamiento, particularmente para los analistas y columnistas. He visto como usted lanza proyectos sin la maduración necesaria o sin la debida preparación en su presentación, de tal suerte que cuesta mucho trabajo entender cuál fue su árbol de decisiones y cómo calculó la mejor alternativa. Ahí está la compra de medicamentos como ejemplos.
Con sus mañaneras ha dominado la agenda nacional. Qué bien. Sin embargo, cuando se le pregunta por algún tema de la agenda ciudadana –como las feministas—, de inmediato lo descalifica y aduce que obscuros intereses están detrás.
¿Y luego no quiere que lo cuestionemos?
Ayer, su colaboradora Ana Elizabeth García Vilchis tampoco fue cooperativa. Nos acusó, así de fácil, de cometer “abusos, emitiendo amenazas, injurias, calumnias e incluso incitaciones a la violencia”. Por favor, deme datos duros de que esa es la constante, porque no lo es. Ciertamente en todas las profesiones hay una manzana podrida, pero es la excepción, no la regla; eso aplica a médicos, abogados o ingenieros.
Afirma que en su gobierno no habrá censura, pero intimidación y amenazas sí que las hay. ¿O qué nombre le pondría a esta campaña diaria en contra de los medios desde el micrófono más importante del país?
Lleva todo su sexenio vituperando enemigos ficticios: las clases medias, los empresarios, los intelectuales, los científicos, los órganos independientes, etc., etc. Ya no son los tiempos de la guerra electoral en la que obtuvo la mitad de los votos. Nótese: sólo la mitad.
Ahora es presidente de todos los mexicanos: ricos, pobres, posgraduados, analfabetas, cristianos, ateos, izquierdas y derechas.
Gobernar no es un juego de suma cero, don Andrés. Se trata de lograr la cooperación de todos.
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