La Real Academia Española define a la “Demagogia” como la práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular.
Además, la define como: “la degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.
La práctica de la demagogia que ejercen las y los políticos mexicanos actuales - ¡No, los anteriores! – han provocado una severa afectación a la democracia ya de por si deteriorada y, han vulnerado los derechos fundamentales de las y los gobernados de este país.
El simple deseo de las y los actores políticos de imponer su voluntad y callar a sus adversarios o detractores provoca una grave violación a los derechos más fundamentales que tienen los gobernados, como: “la libertad de pensamiento”, “la libertad de expresión”, “derecho a la intimidad”, entre muchos otros. Por supuesto, a la democracia.
Basta recordar que la defensa y la protección de estos derechos fundamentales han costado vidas a nivel nacional e internacional incluso se han luchado guerras para lograr que se protejan y garanticen estos derechos por parte del Estado a lo largo de la historia.
Pero, triste y desafortunadamente nos encontramos en un momento crítico de nuestra historia, donde impera el incumplimiento, la transgresión y vulneración de la Constitución, de los Tratados Internacionales y de las Leyes Nacionales por parte de las personas que detentan actualmente el poder político -gobernantes- en todos los ámbitos -federal, local, municipal e incluso militar-; lo que conlleva a un estado totalitario y violador de los derechos humanos.
Hoy vemos un gobierno que ha trastocado el Estado de Derecho; pues más, que defender el bien común, el bienestar de la sociedad en general y el respeto a los derechos fundamentales y a la constitución; la clase política defiende las decisiones y voluntades presidenciales a pesar de que éstas afecten a las gobernados. Sin dejar de mencionar, que es evidente que la clase política actúa de esa manera por agradecimiento o servilismo, ya que si no fuera por el presidente de la república no ocuparían ese lugar o cargo público, o sencillamente por que se sienten amenazados por el aparato de poder que representa el ejecutivo federal.
Se ha puesto de manifiesto que aquella persona que no está de acuerdo con la figura presidencial está en contra del Estado, a la vieja usanza de “El estado soy yo” tal como lo decantara el rey de Francia, Luis XIV, allá por el siglo XVII.
En estos últimos años, hemos sido testigos de múltiples acciones y omisiones que han provocado e inferido la amenaza o coacción presidencial sobre los demás gobernantes, e incluso ello ha provocado una situación de fanatismo hacia la actual figura presidencial.
Desafortunadamente, todas esas conductas y malas prácticas han llevado a la sociedad mexicana a un retroceso en nuestros derechos fundamentales y en nuestro desarrollo como nación.
Pero veo aún con más preocupación, que se ha provocado un divisionismo como nación y sociedad. Esto también lo ha provocado la figura presidencial actual.
Si bien, antes podíamos hablar entre personas de diferentes clases sociales y debatir sobre cualquier tema: religión, política, cultura, educación, economía, etc.; ahora parece que hay una lucha constante entre quienes creen en MORENA y el Presidente de la República y en quienes no creen en que ellos estén haciendo un cambio sustancial para el país y la sociedad mexicana.
Reza una vieja frase “divide y vencerás”, por cierto, atribuida al dictador y emperador romano Julio Cesar; pues precisamente ese divisionismo conjugado con el adoctrinamiento voluntario o involuntario que se hace desde las mañaneras no ha permitido que los miembros de la sociedad se reconcilien entre ellos.
Afortunadamente, aún no vivimos en un Estado totalitario, pero nos falta muy poco para cruzar esa línea.
Cierto es, que hay las condiciones y existen las personas que puedan hacer contrapeso político y hagan frente a este adoctrinamiento y servilismo que han marcado las constantes acciones y omisiones que han provocado los elevados índices de inseguridad, el incontrolable incremento del índice de contagios y muertos durante toda la pandemia que ha dejado el Covid, la caída de la economía, el alza de precios, la inestabilidad económica y del empleo, la corrupción; en fin todos aquellos males que prometieron erradicar y que pese a ello, siguen afectando y azotando con más fuerza a todos nosotros, incluso a los seguidores del gobierno actual aunque no quieran aceptarlo.
No podemos seguir de espectadores, pues hemos estado bailando al son que nos han tocado, sin chistar y sin quejarnos; ¿porque continuar así?, si seguimos sin hacer algo estaremos a un paso de tener un país donde impere el autoritarismo, la monarquía y la pobreza. Algo que ya íbamos superando.