Durante el fin de semana, se desató una fuerte polémica en las redes sociales derivado de la marcha de protesta por los 43 estudiantes desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa. Pro-gobiernistas vs anti-gobiernistas nos enfrascamos en discusiones muy acaloradas, muchas de ellas en tonos ofensivos, que muy poco abonan a la solución de los problemas que enfrentamos como país.
En esta tónica participó un muy buen amigo que, su objetividad, sinceridad e indignación, me obligó a reflexionar sobre ello pero, sobre todo, me hizo darme cuenta de lo fácil que es enrolarnos en defensas y ataques estériles y violentos. En este contexto, este amigo me obsequió un post en donde se reseña sobre el gobierno del presidente de la República Oriental de Uruguay, José Mújica, que su peculiar estilo de vida y su personalidad, han hecho que se voltee a ver a Uruguay en el contexto internacional.
Más allá de su forma de vida y sus éxitos de gobierno, lo más admirable de Mújica es que tiene claro su objetivo: servir y ayudar a mejorar a su país. A partir de ello ha desarrollado su gobierno. Dialoga y hace acuerdos. La oposición en ese país no cesa en su actuar, denuncia y crítica gubernamental, pero sin temor apoyan aquellas acciones que generan beneficio para el país, pues la voracidad política no los lleva a la oponerse a ultranza. Logra consensos e, indudablemente, genera disensos. Negocian, acuerdan y materializan acciones, sin temor de que algún “iluminado” los acuse de traidores por hacer política. La democracia conserva su ritmo y normalidad.
La gran lección que debemos aprender del Estado Uruguayo no es la austeridad del gobernante, ni su peculiar forma de vida, pues ese tipo de prácticas se pueden prestar –y se han prestado– a la simulación. Lo que debemos hacer es abrirnos a la posibilidad de cambiar como sociedad y desterrar las inercias estériles que sólo promueven la división y la discordia. Dejar atrás las filias y fobias y darle una oportunidad al diálogo sano, abierto y transparente; a la sana y necesaria construcción de acuerdos para el bienestar general y no con la mirada perversa, cínica y miope de la próxima elección. Hacer un verdadero pacto que genere condiciones de gobernabilidad y asiente las bases para impulsarnos a todos al desarrollo y bienestar.
Hoy la sociedad se encuentra en estado de ebullición. La violencia se incrementa de forma exponencial auspiciada por la inconformidad y atizada por la conveniencia política de los partidos y sus dirigentes. Es momento de cambiar el rumbo sí, pero también es tiempo de reconocer que el odio y la confrontación es tan estéril como la más árida de las tierras.
@AndresAguileraM