La discusión por el agua

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Durante los últimos días, en la Cámara de Diputados se ha gestado una acre discusión en torno a la aprobación del dictamen por el que se crea la Ley General de Aguas. Muchos puntos toca este proyecto, cuyo objetivo principal es generar una regulación

tal que permita el acceso al agua al mayor número de mexicanos, pues en términos del propio dictamen, la pretensión es que se garantice 50 litros de agua diarios para cada habitante del país.

México es un país beneficiado con una cantidad importante de recursos naturales; sin embargo, las propias condiciones geográficas del territorio, hacen difícil que determinadas regiones cuenten con las condiciones hídricas necesarias para garantizar la subsistencia de las comunidades. Por ello, es indispensable que se genere una legislación que establezca los mecanismos necesarios de coordinación para que las fronteras y barreras puedan ser sorteadas, a través de la tecnología, para hacer que todas las personas que habitan en el país accedan al vital líquido.

Sin esta legislación no se podría exigirle al Estado Mexicano que cumpla con esta obligación. Por más pataleo y jaloneo político que se geste con motivo de la contienda electoral en puerta, hoy más que nunca es indispensable que se cree la normatividad necesaria para que el gobierno pueda materializar esa obligación.

Pese a lo prioritario que resulta dotar de agua a los millones de mexicanos que hoy en día no la tienen, la mezquindad y el oportunismo político se hace presente en el esquema político parlamentario. La batalla por el agua, en vez de unir voluntades, hoy las divide en pos de lograr una mediocre raja política. El falso nacionalismo se exacerba, al acusar de pretensiones privatizadoras del gobierno; la paupérrima diatriba se hace presente, al escuchar acusaciones en contra de empresas afines al gobierno; y, desgraciadamente, la defensa hacia la legislación es prácticamente nula o simplemente contestataria. Nadie se preocupa por el principal problema: la falta de agua de más de una tercera parte de la población.

Mientras la mezquindad y el oportunismo sean monedas de cambio político, el país permanecerá en el ostracismo. Nadie, absolutamente nadie puede seguir apostando a mantenerse igual pues el país requiere de dinamismo, sobre todo en el tema del agua. Se requiere una legislación moderna y eficaz que rompa cacicazgos basados en el otorgamiento del agua y que permita a un mayor número de personas acceder a ella. De seguir igual, los únicos beneficiados serán los políticos que, como en Iztapalapa, apadrinan “piperos privados” que venden y distribuyen el agua, generando prebendas políticas y obteniendo cuantiosas ganancias a costa de un derecho humano.

@AndresAguileraM