Los aciertos y deficiencias de un sistema “popular”

elestado

¡Todo está listo! Los partidos políticos están a menos de una semana de definir a sus candidatos para los 2,159 cargos de elección popular que se disputan en el país. Gritos y sombrerazos han destacado los procesos de selección interna.

Hoy el internet y las redes sociales han permitido transparentar –en mucho– todos los procesos vinculados a la “cosa pública”. Las denuncias van y vienen con una velocidad vertiginosa, lo que sólo ha hecho que aquello que antes era “especulación” y “mito”, hoy se vuelvan verdades cuasi irrefutables, en donde el actuar indebido se difunde y las responsabilidades se diluyen.

La velocidad en la difusión de las denuncias hacen que la indignación y molestia populares crezcan, a la par de la percepción social de una creciente impunidad. Hoy se incrementan las denuncias y los señalamientos se leen en el Facebook y el Twitter durante las épocas de precampañas y designación de candidatos, sin que las cúpulas hagan nada en consecuencia. Desgraciadamente todo queda igual, los abusos y arreglos obtusos permanecen.

Todo ello agudiza el contexto de descrédito de los institutos políticos. Ninguno se salva de que sus conflictos internos sean ventilados hacia el exterior. El viejo adagio que rezaba “la ropa sucia se lava en casa”, ha sido notoriamente rebasado. Nada que tenga que ver con la cosa pública deja de ventilarse, lo que es digno de reconocerse en cualquier sociedad que aspire a vivir en la normalidad democrática.

Pese a ello, hoy el descontento y la insatisfacción para con la democracia crece día con día. La apatía crece de forma exponencial, ante el descrédito de lo que mal llamamos “política”. Su suciedad, la bajeza de los modos, medios y formas empleados por quienes participan de esa actividad son despreciados por una sociedad enferma de “moralina”.

La sociedad mexicana vive una normalidad democrática. Ciertamente dista mucho de ser la panacea que nos prometieron hace casi 14 años con la transición, pues hoy –más que nunca– se ha dejado ver lo “inmoral” que es la vida política que –dicho sea de paso– jamás ha estado exenta del juego sucio, las trastadas, las puñaladas traperas, las acusaciones –fundadas e infundadas– y de todo aquello que es despreciado por una ética exacerbada e hipócrita.

Ciertamente hay que aplaudir la apertura que existe, ahora hay que transformar a la política en una actividad ética.

@AndresAguileraM