Nos guste o no, el gobierno es absolutamente necesario para garantizar que los derechos de unos jamás se impongan sobre los de otros, pues apostarle a la autorregulación de las pasiones individuales no sólo sería ingenuo sino absurdo.
Sirva de ejemplo la experiencia que es manejar un vehículo automotor en la Ciudad de México, donde las personas se transforman y el civismo y la cortesía se dejan para mejores momentos de convivencia..
Con ello podemos percatarnos de la necesidad de que existan instituciones que impongan reglas elementales que generen los equilibrios mínimos para promover una convivencia social armónica, pues la historia nos ha demostrado que dejarlo todo a la voluntad de los individuos implica anarquía e inestabilidad.
Ante esta lógica surge una pregunta inevitable: ¿A quién le conviene que el gobierno, como brazo ejecutor del estado, se debilite y pierda legitimidad? Pues a la sociedad, definitivamente, no. A quienes atentan contra ella –al crimen organizado– sí le conviene que el gobierno pierda fuerza y credibilidad.
Independientemente de las filias y fobias político-partidarias y que son naturales a la vida política de cualquier nación, lo único cierto es que la deslegitimación de las instancias y fuerzas gubernamentales solo debilita a las sociedades y le abre camino a los poderes fácticos y a lo antisocial.
Cierto, la percepción generalizada es al revés, pues en la población crece la idea de que el gobierno es el enemigo y que atenta contra nuestra libertad, cosa que está muy lejos de ser cierta, pues los enemigos están en las calles todos los días; envenenando a las juventudes; traficando con personas; matando, asesinando y violando a diestra y siniestra; extorsionando y robando; cohechando a los servidores públicos para someterlos a sus intereses. Esos son los verdaderos enemigos de la sociedad: los criminales que atentan contra ella.
Ante ello, es necesario sí, mantener una postura crítica hacia el actuar gubernamental, pero también es indispensable comprender que México está en el grave riesgo de caer en manos de intereses fácticos, mucho más funestos que las peroratas políticas y las teorías de la conspiración. Estamos a merced de los delincuentes que han encontrado en el desgobierno y la deslegitimación de las instituciones públicas un nicho idóneo para incrementar su influencia y poder, en detrimento del bienestar público y de todos los que formamos a México.
@AndresAguileraM