Dejar atrás la desconfianza y la sospecha: el gran reto para México

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Corrupción e impunidad son dos grandes cánceres que carcomen desde sus entrañas a nuestro país. La primera es consecuencia de la segunda y, lastimosamente, pareciera que nada las puede detener. Se expanden como plaga,

descomponen todo lo que tocan y generan –con sobrada razón– una anomia que aniquila cualquier esperanza de bienestar y mejoría.

Así de claro y contundente: jamás en la historia de México habíamos vivido un momento tan sombrío ni tan desolador como lo que padecemos en nuestros días. El cinismo se adueña de quienes dirigen los destinos de las instituciones de la República y los muestra cuales vulgares oportunistas que se aprovechan de las ventajas y privilegios que otorgan las oficinas gubernamentales para incrementar, indiscriminadamente, su peculio personal en detrimento de la sociedad que requiere de funcionarios que gobiernen y hagan cumplir la ley y no de incompetentes que comercializan con el poder político.

Cierto, no hay forma de negarlo: padecemos una grave crisis de legitimidad gubernamental y no parece haber posibilidad de remediarlo en el mediano plazo. La desconfianza reina en nuestra sociedad en todos sus ámbitos de interacción. Ya sean negocios y tratos entre particulares o el actuar con las autoridades, todo está cubierto por la sombra de la sospecha y a la incredulidad.

Esta situación es explotada –de forma cínica y contumaz– por otro tipo de oportunistas que, en uso de técnicas de aleccionamiento y adoctrinamiento, exacerban la frustración generalizada y la canalizan hacia una forma de veneración fanática. Sí, señalan y critican; denuncian y condenan, para así crearse, falsamente, un halo de pureza moral con el que no cuentan, pues sus intenciones simplemente se ciñen a la búsqueda del poder como obsesión enferma, lo que, evidentemente, no reviste una solución a la problemática social actual. Así, la sospecha, la desilusión, la desconfianza y la frustración se vuelven aliadas de la corrupción y la impunidad, al ser mantos que cubren un complejo círculo vicioso, que parece no tener un final.

En conclusión, para poder transitar de la República de los anhelos a la de los hechos y progreso, es necesario dejar atrás las falsedades, las sospechas y las especulaciones con tinte de conspiración. Si, la evolución comienza con la aceptación de la verdad y con la transparencia en el actuar que, necesariamente, habrán de ser armas poderosas para combatir los dos grandes cánceres de la legitimidad: la impunidad y la corrupción. No hay soluciones mágicas ni líderes todo poderosos que nos vengan a salvar de nosotros mismos. Hace falta voluntad y comenzar, nuevamente, a tener confianza entre nosotros mismos.

@AndresAguileraM