El viernes 13 de noviembre será declarado como un día de luto nacional para la República Francesa. Siete atentados terroristas cubrieron de sangre una de las ciudades más conocidas del mundo: París. Más de ciento sesenta personas, todos
civiles, perdieron la vida sin siquiera saber el por qué, a manos de terroristas que, indiscriminadamente, dispararon a diestra y siniestra; que igual se inmolaron y se llevaron consigo a otras decenas de personas. La muerte se esparcía velozmente por las calles de la “Ciudad Luz”.
La respuesta del gobierno francés fue inminente: ataques feroces contra el Estado Islámico; Siria, como objetivo principal; la ciudad de Raqqa como blanco. Aún y cuando las autoridades de Siria no reportan decesos civiles por los bombardeos franceses, la realidad es que la afectación a la población existe desde que inició la ofensiva de los aliados en contra del Presidente Bashar Al-Asad; lo que ha traído consigo más de 120 mil desplazados sirios y la presunción de casi 500 personas muertas como consecuencia de esta campaña militar.
París, como blanco terrorista, resulta más que relevante. Es una ciudad emblemática y representativa del mundo occidental. Es la más visitada del mundo, pues recibe poco más de 15.5 millones de visitantes extranjeros al año y es el uno de los símbolos del capitalismo y la cultura occidental. Por otro lado, Raqqa es una ciudad poco conocida, que carece de relevancia religiosa y apenas alcanza los 200 mil habitantes; además de pertenecer a una nación pobre como lo es Siria.
En consecuencia –y nos guste o no reconocerlo– un atentado contra Paris implica –consciente o inconscientemente– una afrenta contra el mundo occidental, sus intereses y su modo de vida. Lo que será explotado por Francia y sus aliados para justificar las acciones bélicas emprendidas en contra de el Estado Islámico (IS por sus siglas en inglés).
Independientemente de las acusaciones de responsabilidad y las teorías de la conspiración en torno a los intereses que han dado lugar a las acciones bélicas emprendidas por Francia, Estados Unidos, Rusia e Italia, lo único cierto es que el mundo, nuevamente, se encuentra en guerra y que la vida de millones de seres humanos está en riesgo a consecuencia de ello.
Las amenazas hechas por IS, y la respuesta bélica de Francia y sus aliados hace patente que el mundo está en vilo; pareciera que no hay forma de evitar una nueva escalada de violencia a nivel mundial y, lo peor, es que de nueva cuenta los “vaqueros occidentales”, habrán de ostentarse como los héroes que atacarán a los “cuatreros y villanos musulmanes”. Mientras eso ocurre, y sin distinción de nacionalidades, millones de vidas se perderán como simples “víctimas de guerra”. La humanidad sigue siendo barbárica; los derechos humanos son importantes a discreción de las potencias.
@AndresAguileraM