Donald Trump es, sin lugar a dudas, el precandidato Republicano que más ha llamado la atención en los últimos tiempos. Su discurso, notablemente xenófobo y populista, ha encontrado arraigo en un sector muy importante de la sociedad norteamericana, sobretodo
en aquellos estados de la unión americana en los que, por la condición económica, social y cultural, se ha incrementado el desprecio hacia los migrantes.
El discurso de Trump está encaminado a exacerbar los odios, muchos de ellos latentes, aunque durmientes, en una sociedad cuya descomposición y menosprecio hacia lo no “blanco, anglosajón y protestante”, sobre todo cuando las condiciones económicas se estancan o crecen con menor celeridad que la deseable.
Esto es –evidentemente– una estrategia mediático-electoral, tendiente a jalar adeptos y a lograr posicionarse como un político “cercano a la gente”; firme y decidido, que dice lo que muchos callan; que es distinto a los que cuidan sus dichos y escogen sus palabras, pues hablan y piensan “como la gente normal” y que representa a los que sienten desposeídos y que ven en los migrantes –principalmente de origen latinoamericano– a los culpables de sus males.
Así vemos como la popularidad de Donald Trump crece de forma significativa, pues con su discurso populista –de derecha– despierta una situación xenofóbica que se mantiene latente en una parte importante de la sociedad norteamericana y que resulta altamente rentable para sus fines políticos. Explota el miedo como dividendo de popularidad. Extiende culpas hacia los inmigrantes mexicanos, que son quienes quitan empleos y limitan el acceso a la riqueza a los norteamericanos blancos. Los acusa de ser portadores de violencia y delincuencia hacia el territorio de los Estados Unidos de América, pues los señala como íconos del narcotráfico y el crimen en las calles, sin que medie la culpa por el alto nivel de consumo de droga entre la población norteamericana, entre otras maravillas.
Así los estadounidenses avizoran en el horizonte una contienda presidencial marcada por los extremos. Por el populismo extremo de derecha de Trump y por la mesura de los demócratas, cuyo discurso –independientemente del candidato– no está prendiendo tanto en la sociedad americana, pues pareciera que la estrategia del miedo está cobrando más adeptos.
Hoy por hoy, en el mundo, están cobrando relevancia los regímenes que tuvieron origen en estrategias que exacerban el miedo y encaminan hacia el odio: los extremistas políticos. Así, en Estados Unidos, el discurso de derecha ultranacionalista está cobrando dividendos; tanto como los que obtuvieron los populismos de izquierda pseudo socialistoide en Latinoamérica. Con mucha lástima observo que hoy la disputa política es por sumar odios y no conciencias ni voluntades.
@AndresAguileraM