El artículo 41 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos señala a los partidos políticos como entes de interés público, pues se consideran instrumentos idóneos para promover la participación de la población en la vida democrática de México; cosa que, si analizamos con detenimiento y objetividad, es un planteamiento lógico que garantiza la existencia de instrumentos que deben brindar orden a la vida democrática nacional.
Es función de los partidos hacer que la gente participe en política a través de ellos, cosa con la que –evidentemente– no están cumpliendo. Deben promover principios, valores e ideologías con las que las personas puedan coincidir y, con base en ello, participar en la vida democrática de México, pero, en realidad, la población tiene la percepción generalizada de que esto no ocurre.
Para la mayoría, no existen diferencias entre los partidos políticos. Son instancias cuya existencia y diversidad no se comprende por la población. La gente no sabe por qué hay tantos. Eso sí, todos saben que les cuestan muchos millones de pesos al año y que, en cada proceso electoral, se inundan las calles con propaganda, incrementan los spots en radio y televisión y se arrecia la guerra en las redes sociales con mensajes en los que culpas, insultos y vituperios se distribuyen de forma indiscriminada.
Ello es porque, efectivamente, no se la logrado establecer una conexión eficaz entre los partidos políticos y la población. La participación política se volvió un sinónimo de compra y cooptación del voto. La gente se transformó en el número de boletas electorales que se pueden adquirir a través de medios y mecanismos inmorales y hasta ilegales; siendo que se debiera promover que las personas interesadas en los asuntos públicos y políticos de México, encontraran espacios de expresión y desarrollo.
Tan es así que hoy, uno de los mecanismos más socorridos por los operadores políticos de los partidos, han sido la distribución de enseres; regalos, despensas y hasta dinero. Ningún partido –aunque hay quienes lo hacen– pueden declararse ajenos a estas prácticas, tan es así que hoy, un cínico precandidato a la Presidencia de la República, hace un llamado a que no se dejen comprar por una despensa, o por frijoles con gorgojos.
Hoy por hoy, tristemente, la participación política de la población se ha reducido a la compra de conciencias, cuando debieran ser llamados a la participación e involucramiento en los asuntos de la “cosa pública”. Así se fortalecen las oligarquías y se destruyen las democracias.