La necesaria refundación del sistema político mexicano

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El futuro próximo de México se avizora poco alentador. En estos días se está definiendo la elección del Presidente de los Estados Unidos de América, en donde su titularidad está disputada entre la extrema derecha populista, encarnada por el señor Donald Trump, y la derecha moderada –con tintes de centralista– representada por la

señora Hilary Clinton. En ambos escenarios, la condición comercial de México con los Estados Unidos pende de un hilo. Inevitablemente las cláusulas y condiciones establecidas en  el Tratado de Libre Comercio de América del Norte serán revisadas y –muy probablemente– modificadas en perjuicio –obvio– de la economía más débil, léase la mexicana.

Por lo que hace a la política interna, la crisis de legitimidad por la que atraviesa el gobierno mexicano hace más factibles condiciones para generar una crisis de grandes dimensiones. El partido en el poder se debilita por la impopularidad del gobierno federal; los ataques de los grandes intereses económicos que se han visto afectados, tanto por las acciones de gobierno como por las reformas legislativas, han arreciado en su belicosidad. Los partidos de oposición se vuelcan a criticar las acciones de gobierno y las posibilidades de diálogo y acuerdos legislativos se vuelven completamente inexistentes. La crítica y el ataque al gobierno se ha vuelto la forma más fácil de ganar adeptos. Apoyarlo en cualquier decisión sería sumarse a un exponencial descrédito que parece no encontrar fin.

El crimen organizado se vuelve a apoderar de las calles, toman territorios y deterioran aún más la capacidad de respuesta de las instancias de seguridad. La percepción del incremento de la inseguridad crece exponencialmente, conjuntamente con el miedo y la tentación de hacer justicia por propia mano.

Este panorama –insisto– es poco alentador y vislumbra tiempos muy obscuros para los mexicanos.

Evidentemente el sistema político mexicano ha dado de sí. Sus reglas se ajustaban a la voluntad individual y magnánima de una persona, aunado a una condición disciplinaria de absoluta obediencia; situación que –evidentemente– ya no es posible sostener ni mantener. Por ello es necesario explorar la creación de un gobierno de coalición que obligue al entendimiento, a la negociación y al diálogo entre los actores políticos nacionales, para generar nuevas reglas que ordenen el juego del poder político para crear nuevas condiciones para el desarrollo y el bienestar de la población.

Mientras esto no ocurra, veremos una y otra vez la misma película: un gobierno que, tentado ante la corrupción y la impunidad, se debilita ante los factores reales de poder en México, sin posibilidad real de realizar acciones de gobierno que generen bienestar. Insisto: el sistema político está agotado; es tiempo de actuar en pos de nosotros y las generaciones que vienen pujando. El status quo dejó de ser el idóneo hace muchos, muchos años.

@AndresAguileraM