¿Y si despertamos al Leviatán?

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Como lo comentamos en las colaboraciones anteriores, existe un descontento generalizado en el orbe para con las cuestiones gubernamentales. Ciertamente, el desencanto por el sistema democrático se materializa en una apatía y depresiones colectivas notorias; el sistema económico preponderante ha demostrado su voracidad y la proclividad

de generar abismales diferencias entre los integrantes de las poblaciones; mientras que los gobiernos, fieles al principio de “dejar hacer, dejar pasar”, permanecen impávidos e inmutables ante un mercado agresivo, voraz e inmisericorde que aniquila a los menos afortunados y propicia la consolidación de corporaciones monopólicas transnacionales que someten a la economía mundial a sus designios, políticas y prácticas. Así, los individuos y sus sociedades están indefensos e inseguros en su vida y obra, sin que exista instancia u organización que procure su seguridad alimentaria, económica y social.

Ante este escenario, donde la premisa de “el hombre es el lobo del hombre” se hace más patente, cabe la reflexión en torno al papel que debe jugar los Estados ante una evidente descomposición y sometimiento de la libertad humana. No es extraño que hacía unos cuantos siglos Thomas Hobbes, en su obra “El Leviatán”, justificara la existencia del Estado, conceptualizándolo como un monstruo cuya fuerza es tal que puede someter la voluntad egoísta del ser humano, pues –de lo contrario– en abuso de la libertad, ocurre lo que pasa en nuestros días: el sometimiento de unos a la voluntad, omnímoda, egoísta y –por ende– injusta, de los intereses de otros.

Efectivamente, el Estado es un monstruo dotado de un enorme poder y que, inevitablemente es necesario para las sociedades, pues somete al egoísmo y las pasiones humanas.

De continuar por la ruta de la descomposición y la deslegitimación del gran Leviatán, estaremos en pos de regresar a la época más arcaica y primitiva de las sociedades: la absoluta falta de seguridad para con las personas. Esta realidad está a la vuelta de la esquina. No es privativo de México; el resto de las naciones están transitando por procesos similares. El Estado democrático, prevaleciente en los últimos siglos en el mundo occidental, está en una absoluta crisis de legitimidad, precisamente por su falta de eficacia y los notorios excesos de la clases gobernantes. Por ello, es más que urgente retomar la ruta de la re-legitimación del Estado y detener el avance de oportunistas que, bajo la bandera “antisistémica”, pretenden asaltar el poder político, en aventuras que muy poco beneficio pueden brindarle al mundo y a la humanidad. Ya hemos transitado por ese camino y el costo fue una de las guerras más sangrientas de nuestra historia, en donde el chauvinismo y el fascismo fueron la tónica de la deshumanización del mundo.

@AndresAguileraM