Hace apenas dos semanas, millones de familias se deseaban parabienes, salud, amor, paz y felicidad. Se hacían propósitos para ser mejores –a sabiendas que muchos de ellos habrán de quedarse en el camino– pero siempre con el interés de superarse y lograr una mejoría. Las ilusiones y la algarabía duran poco y más la cruda realidad
nos golpea inmisericorde: será un año intensamente politizado y y plagado de noticias relacionadas con el actuar público y gubernamental.
El activismo político será intenso. En México, los grandes partidos políticos lanzarán su artillería pesada para atacarse y denostarse de forma continua y permanente, con miras a la elección presidencial del año 2018. Lamentablemente se presagia un año en el que aflorará la perorata, la diatriba y las acusaciones incesantes. Convocarán a la sociedad a movilizaciones anti gobierno; se llamará a realizar actos de resistencia y a revoluciones “pacíficas”, atizando el odio y el resentimiento para con un gobierno que ha demostrado –por decir lo menos– su alejamiento de la realidad social.
Lo queramos o no, México –al igual que muchas naciones en el orbe– se encuentra en un inevitable proceso de transformación, provocado por su falta de legitimidad y cercanía con la población. El Estado pierde fuerza como una respuesta para la seguridad y bienestar de las personas. No es producto de una campaña política de algún partido; es la materialización de la más profunda desilusión, desolación y de una inigualable depresión colectiva. Es el temor, el rencor y el odio que se materializan en la pérdida de confianza en todo y en todos. Es una lucha fratricida en contra de aquello creado por la propia humanidad, es –en pocas palabras– la materialización del antisistema.
El Brexit, Trump, Colombia, así como el crecimiento en la preferencia por los populismos de ideologías extremas –ambos conservadurismos rancios de derecha e izquierda–, son ejemplos de ello. Se niegan las bondades de la humanidad, del Estado y de la globalización; se reniega de la apertura de las fronteras; la desconfianza se apodera de las comunidades, se atiza el desprecio a las culturas diferentes, y se materializa el reencuentro del chauvinismo exacerbado.
Así está el mundo y ese será el 2017. Es el caldo de cultivo perfecto para que el oportunismo político se haga presente y se apodere del inconsciente colectivo; en donde habrán de mostrarse iluminados que podrán –por sí mismos– resolver los problemas de las comunidades, naciones y regiones, con el único propósito de tener en sus manos el poder político, económico y social, sin que ello implique un beneficio real para las sociedades.
Seguiremos atentos al desarrollo de estos sucesos; sin embargo, no podemos dejar de observar que estas señales indican un sendero por el que ya ha transitado la humanidad y que no han desembocado en un buen puerto; pues han sido la antesala de las más atroces dictaduras y crueles regímenes, que mucho dolor y muerte sembraron a lo largo de su paso.
@AndresAguileraM