La guerra de Revolución de 1910 tuvo como uno de sus grandes aportes, la promulgación de la primera Constitución Social del mundo, en la que se plasmó un proyecto de nación cuyo objetivo primordial era la reivindicación de las principales causas sociales del país.
En las discusiones generadas al interior del Congreso Constituyente de 1917, se percibía un profundo amor a México, como elemento distintivo y aglomerante de quienes participaron en la elaboración de lo que sería el nuevo Pacto Político del país. Se consagraron como monolitos el laicismo del Estado, la consagración de los derechos sociales para trabajadores y el establecimiento de la educación obligatoria y gratuita para todo aquel que fuera mexicano. Se apreciaba la preocupación y la articulación de instancias que impidieran el abuso del poder político en contra de la gente; se ponía restricciones al ejercicio inquisitivo del aparato de justicia; se denunciaban y despreciaban los abusos por parte de las oligarquías, la carencia de igualdad legal y los excesos del liberalismo utópico del siglo XIX, al tiempo que se refrendaba el profundo sentimiento anticlerical prevaleciente desde las Guerras de Reforma y la Intervención Francesa, y se pugnaba por el necesario establecimiento de reglas políticas claras para garantizar la transición pacífica del poder por la vía democrática.
Así transcurrieron dos meses de arduas discusiones, en las que se analizaron artículo por artículo el proyecto de Carranza; al que le hicieron las modificaciones para alcanzar la primera Constitución Social del planeta. Durante su vigencia, los gobiernos postrevolucionarios hicieron varias acciones encaminadas al cumplimiento de los objetivos impuestos en ella.
Durante los primeros gobiernos postrevolucionarios, la convicción nacionalista se hizo patente y se llevaron a cabo acciones tendientes a reivindicaron a los trabajadores del campo y la ciudad; a generar infraestructura para proveer de educación en todos los niveles; se establecieron mecanismos de protección a la economía nacional, y se cuidaron y nacionalizaron las empresas que se consideraron necesarias para brindar mayores y mejores servicios a los mexicanos.
Cien años después, las condiciones del mundo cambiaron y el proyecto de nación surgido de la Revolución se fue diluyendo entre teorías neoliberales y determinaciones ajenas al bienestar nacional. El nacionalismo se aprecia como un anacronismo y la justicia social es solo un recurso retórico de políticos y demagogos.
México está perdido en un mar sin rumbo ni destino. El proyecto de nación de la Revolución Mexicana ya no existe, está desmembrado y en manos de un gobierno sin legitimación ni arraigo social, al tiempo que la justicia social quedó sólo en los anales de la historia como una buena intención que no llegó a cumplirse. El centenario es, de suyo, una celebración que deja más dudas que algarabías.
@AndresAguileraM