“Primero el Programa, después el hombre”

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Las formas, modos y medios políticos de antaño, se han perdido y parecen que no volverán y –desgraciadamente– no hablo de las trapacerías electorales, de las mañas y abusos de quienes ejercen el poder de las instituciones públicas, sino de aquellas formas que permitían mantener, medianamente, un orden en el país.

Desde que se instauraron los gobiernos post revolucionarios, se establecieron formas muy particulares, muy distintos al trato cotidiano entre la gente, que permitían establecer comunicación y enviar mensajes entre los integrantes de la clase política mexicana. Ya lo decía el ideólogo del priísmo, Jesús Reyes Heroles: “la forma es fondo”, misma premisa que, evidentemente, hoy ha dejado de tener vigencia, aunque no por ello carece de sentido o razón.

Había premisas inquebrantables, como la famosa frase del sempiterno líder cetemista, Fidel Velázquez: “Quien se mueve, no sale en la foto”, que era asumida como una “verdad revelada”, pues quienes hacían arreglos y compromisos con la finalidad de escalar en la pirámide del poder del régimen priista, sin contar con el beneplácito de los jefes políticos de las entidades, o del Presidente de la República, en las instancias federales, indefectiblemente no alcanzaban las posiciones anheladas.

Eran tiempos en los que lo rígido e intransigente del sistema, permitía establecer reglas “no escritas” cuya transgresión generaba no sólo el exilio, sino la perdida de privilegios y beneficios políticos y económicos. Hoy, como es por todos sabido, esas formas se han perdido dentro de las páginas de la historia y de los mitos y las leyendas; sin embargo, hay otra frase que quisiera rescatar y que es, igualmente, de la autoría de Reyes Heroles: “Primero el Programa, después el hombre” y que hoy, más que nunca, hace falta rescatar.

Independientemente del contexto en el que surgió, ciertamente implica una profundidad muy particular que entraña una verdad que hoy, desgraciadamente, se ha dejado de observar, tanto por propios como extraños: las personas somos finitas, efímeras; pero las instituciones, su fortaleza y trascendencia impacta a varias generaciones.

Poner las esperanzas, anhelos y perspectiva de una nación en una persona –o personalidad– es un grave error. Las naciones se forjan con base en objetivos claros y programas específicos para lograrlos, lo que brinda una proyección de lo que la población desea y añora para sí y las generaciones por venir. Apostarle a cacicazgos implica poner en riesgo todo lo que se ha avanzado, pues históricamente el carisma de los líderes le ha salido muy caro a las naciones.

Lamentablemente, la condición de deterioro político y la falta de credibilidad de las personas y de quienes dirigen las instituciones, hacen que la opción de acudir a líderes mesiánicos se fortalezca y cobre fuerza como respuesta a la desilusión y a la desesperanza.

@AndresAguileraM