Y siguen los malos augurios para la República Mexicana y están muy lejos de ser una predicción maléfica o alguna profecía apoteótica. No, desgraciadamente, la realidad insiste en bofetear el rostro de todos y cada uno de los mexicanos, al mostrarnos la triste situación política que vivimos.
Primero, un socavón de diez metros de diámetro, se genera en una de las obras viales más alardeadas por el Gobierno Federal y necesarias para hacer más eficiente la comunicación hacia el sureste del país: el paso exprés de Cuernavaca. Este lamentable hecho, que cobró la vida a dos personas, dejó a la vista la incompetencia de la Secretaría para verificar el cumplimiento de las obras millonarias que licitan, al tiempo que se mostró la insensibilidad y la soberbia de uno de los funcionarios consentidos del sexenio, Gerardo Ruiz Esparza.
En esa misma semana, se presume con “bombo y platillo” la extradición de Guatemala hacia nuestro país, del enemigo público número uno de la sociedad mexicana: Javier Duarte de Ochoa. En un operativo digno de la extradición de uno de los grandes capos del crimen organizado, la Procuraduría General de la República recibió al defenestrado gobernador y lo trasladó al Reclusorio Norte de la Ciudad de México. Tras su ingreso, fue presentado ante el juzgado tercero de lo Penal Federal, en la audiencia inicial audiencia inicial, es decir el inicio del juicio, en donde la fiscalía se mostró dubitativa, inconsistente y dudosa. Pareciera que sus acusaciones se resquebrajan, para incrementar el enojo popular.
En el mes de junio, las elecciones en Coahuila, Estado de México, Nayarit y Veracruz, dejaron con muy mal sabor de boca a la población. Nadie cree que los resultados hayan sido legales y producto de la democracia; para la mayoría, la sospecha y la decepción son los resultados más palpables. Ya nadie confía en el sistema electoral mexicano y, para como van las cosas, nadie creerá en nada para la elección presidencial del año 2018.
Todo esto se entremezcla, muy penosamente, en la vorágine de la negociación política en la legislatura, donde los partidos de oposición al gobierno han encontrado un campo fértil para atizar sus críticas, fomentar el desencanto y el encono para con la administración peñanietista; al tiempo que utilizan estas cuestiones como piezas de negociación para lograr avanzar en áreas de influencia y lograr posiciones en las instituciones públicas.
Así las cosas, el tiempo avanza así como las piezas en el tablero del ajedrez de la política mexicana. Sin embargo, las condiciones de bienestar son un triste recuerdo en sueños de desesperanzados, que pareciera no encuentran cabida en el actuar gubernamental. Las instituciones han dejado de servir para lo que fueron creadas, hoy son meros trampolines para saciar ambiciones de políticos que se aprecian como insensibles y lejanos a una sociedad que clama por tener mejores condiciones para su desarrollo felicidad individual.
Mal escenario, salvo para quien tenga pretensiones dictatoriales; pues para ellos, el apocalipsis de la República es la oportunidad para saciar sus apetitos megalómanos.
@AndresAguileraM.