Los simbolismos son utilizados por los regímenes para generar condiciones que les
permitan tener identidad con las poblaciones a las cuales gobiernan. Durante la historia moderna de los estados, mitos y símbolos son empelados como mecanismos para facilitar la gobernabilidad y, en los casos más extremos, para dominar y someter sin usar la fuerza.
El uso de simbolismos y mitos para gobernar siempre ha estado presente en la vida de la humanidad, pues se explotan los sentimientos más profundos para dirigir a los grupos humanos. Si lo vemos con objetividad, la humanidad y la manipulación a través de símbolos y mitos son consustanciales, pues implican el uso de la racionalización para someter la libertad individual.
Sin satanizar, son mecanismos que, sin violentar al individuo, someten su voluntad y permiten que se conduzcan de forma determinada, lo que brinda orden, crea empatías y simpatías, al tiempo que facilita la vida social. Sin embargo, no podemos dejar de observar que es un mecanismo de dominación y que, como tal es empleado para cualquier finalidad, ya sea valiosa, como lo que en teoría debiera ser el Estado, o perniciosa como la que llegan a buscar quienes desean perpetuarse en el uso del poder político.
México no es la excepción. Es un país en el que los símbolos y mitos han sido empleados para crear identidad nacional. Ya sea lo magnánimo y cuasi perfecto de los héroes patrios; la mitificación y victimización de las culturas prehispánicas; la exaltación de tradiciones y costumbres; o el manejo y dictado de la historia oficial, ciertamente han sido empleadas para generar identidad, empatía y legitimidad.
Los procesos de cambio y transformación de las naciones están marcados, principalmente, por la reordenación simbólica y mítica tanto de la historia, sus protagonistas y triunfos, como de la imagen y visión de quienes ejercen el poder político. En esta lógica, se crean nuevas visiones del tránsito histórico, se restan defectos a personajes de relevancia y se le imputan nuevos a otros, todo con el único propósito de someter y alinear a los integrantes de la sociedad en un orden que, al menos en teoría, debiera llevar hacia un fin determinado.
El proceso de transformación simbólica no es rápido ni —mucho menos— sencillo. Por el contrario, requiere de procesos cognitivos y de asimilación complejos que, aún siendo auxiliados con los nuevos mecanismos tecnológicos, implican lustros incrustarse en las personas. Requieren de un elaborado plan en el que se entremezclan los sistemas educativos, los medios de comunicación y la uniformidad en un mensaje determinado. Todo ello a la vista y razón de la sociedad.
Sin embargo, pese a que estos procesos son abiertos y hasta cínicos, el grueso de la población los observa sin inmutarse que son esos nuevos símbolos y mitos los que habrán de someter su libertad y pensamiento a la concreción de objetivos y fines de un régimen determinado, sin que pueda hacerse nada para evitarlo.
@AndresAguileraM.