Reflexiones de cuarentena: Carranza y las facciones de la Revolución

La pandemia de COVID-19 ha generado cambios importantes en el mundo. De forma por demás

 preocupante, vemos que la violencia doméstica aumenta dejando a su paso a miles de víctimas que no pueden huir de sus victimarios; terribles casos de ansiedad y depresión que provocan otras muertes que no son contabilizadas ni forman parte de los encabezados de la prensa.
Sigue el distanciamiento social; continúa en aumento el número de contagiados y, desgraciadamente, también el número de fallecidos. Atendemos las indicaciones oficiales para apoyarnos como sociedad. Seamos empáticos con quienes tienen un confinamiento complicado o tormentoso y estemos atentos para apoyar a quienes lo requieran. Es momento de la solidaridad.
En estas reflexiones de encierro se aparece otro pasaje de la historia de nuestro país que es —por decir lo menos— recurrente: la lucha entre facciones de un mismo movimiento.
Estoy convencido que el movimiento de insurrección que encabezó Francisco I. Madero fue sólo la punta de lanza de la Revolución Mexicana. Las carencias y la prevaleciente injusticia derivada de años de inestabilidad política, desigualdad incesante y un inequitativo reparto de la riqueza, generaron un movimiento social más profundo y complejo que —me atrevo a afirmar— ni siquiera sus protagonistas alcanzaron a dimensionar.
A la renuncia y destierro de Victoriano Huerta y la instauración del régimen constitucionalista, tuvo lugar una feroz batalla entre los líderes de la revolución triunfante. Carranza, proclamado como presidente interino en el Plan de Guadalupe, se vio rebasado ante los deseos y ambiciones de los generales que participaron con él en la lucha armada. Aún y cuando, en esencia, compartían los objetivos de reivindicación social, lo cierto es que su visión sobre el rumbo que debía tomar el país no necesariamente fue siempre coincidente.
En dos momentos —la Convención de Aguascalientes y el Constituyente de 1917— se intentó arribar a consensos; sin embargo, la política no fue suficiente para pacificar al país ni para saciar las ambiciones de los líderes revolucionarios. Después de levantamientos y el desconocimiento de Carranza como Presidente de México por el Plan de Agua Prieta, el otrora jefe del Ejército Constitucionalista y su gobierno abandonaron la capital y se trasladaron hacia Veracruz. En el trayecto fue asesinado, presuntamente, por órdenes de quienes fueron sus generales aliados en Sonora y, en ese momento, enemigos de guerra.
Estoy convencido que la gran falta de Carranza —como la de muchos otros— fue deslindarse de la realidad y asumirse, irresponsablemente, como el “único poseedor de la verdad”. Los movimientos político-sociales jamás son unipersonales, siempre surgen y se nutren por grupos con intereses diversos. Por eso, los grandes líderes, con audacia, reflexión, inteligencia y cercanía con la realidad generan consensos que brindan tanto estabilidad política como certeza para mantener y consolidar su proyecto político. Los que no lo logran generalmente pasan a la historia como mártires, ineptos o traidores.
@AndresAguileraM