La elección presidencial en Estados Unidos (EE.UU) tuvo al mundo atento en la incertidumbre política, económica y social. Jamás en la historia moderna de la humanidad se había registrado una participación electoral tan copiosa y que denotara tanto interés para la población de este país2. Por primera vez en el último siglo, el sistema de impugnaciones
electorales del vecino del norte cobra relevancia; así como los tiempos y las etapas hasta llegar al juramento el 20 de enero del año próximo.
Muchos han sido quienes han comentado sobre esta cuestión. Voces autorizadas, legitimadas y conocedoras tanto de la política estadounidense como en el ámbito internacional han realizado sendos análisis que hacen proyecciones sumamente interesantes y certeras; sin embargo, hay muchos otros hechos que deben llamar la atención, sobre todo por lo recurrente en diversas latitudes y naciones como lo es la polarización social. Esta contienda electoral no estuvo exenta de ella, por el contrario, fue por demás notoria y evidente.
Estoy convencido que la polarización social es producto de la inacción, ineficiencia e ineficacia gubernamental para brindar seguridad y generar condiciones de bienestar para la sociedad, aunada a los excesos perniciosos del libertinaje cínico y contumaz de los poderes fácticos. Todo ello a la sombra de una conveniente interpretación del liberalismo cuyo efecto devastador es, precisamente, el desequilibrio entre los integrantes de la sociedad.
Desde esta óptica es fácil comprender donde está el origen de la polarización y la confrontación. La inequidad y la injusticia generan miedo, enojo e impotencia que, a su vez, han sido factores que han unificado a aquellos grupos e individuos que se sienten olvidados tanto por el pseudo liberalismo como por el gobierno, al tiempo que son menospreciados por quienes han sido favorecidos por ellos. De este modo la realidad nutre, minuto a minuto, las condiciones que agudizan y profundizan las diferencias que crean dos fuerzas que, por dimensiones, equiparan entre sí su poder y que les permite una confrontación con resultados poco probables.
La polarización, que siempre ha sido explotada por los dirigentes políticos como fuente para nutrir sus bases sociales, hoy se impuso a las ideas y a la política. Hoy, a diferencia de hace cuatro años, la afinidad o rechazo hacia una persona fue el factor determinante en los resultados electorales que hoy conocemos. Trump y su movimiento siguen enarbolando las banderas de las personas más depauperadas y olvidadas por las políticas tradicionales, en tanto que, Biden y los demócratas supieron capitalizar todos aquellos que, por convicción, conciencia o animadversión, desprecian lo que el actual habitante de la Casa Blanca enarbola.
En conclusión: lo que movió conciencias en las elecciones anteriores fue el rechazo inminente al “establishment” y el castigo por el abandono contumaz hacia las clases más desfavorecidas y olvidadas; en tanto que la actual elección, fue la confrontación evidente de dos visiones: continuar con la reivindicación y venganza o retomar el camino de la institucionalización del libertinaje grotesco y genocida.
Importante experiencia internacional para plantear los posibles escenarios que se avecinan el año entrante en nuestro país.
@AndresAguileraM