Mientras escribo estas líneas veo nuevamente una película que puedo catalogar como “de mis favoritas”. “Las horas más oscuras” es un drama de 2017 en el que se narran los primeros días de la asunción de Winston Churchill como Primer Ministro del Reino Unido, que coinciden con el avance militar de Adolfo Hitler por Europa durante la Segunda Guerra Mundial en el año de 1940.
Considero que es una película muy bien lograda porque logra transmitir las sensaciones vividas en el gobierno del Reino Unido y del propio Churchill durante los días previos a la amenaza Nazi de invasión a la isla y las diversas visiones de los principales actores políticos de cómo atender la emergencia, en pos de salvaguardar al Reino Unido ya su población.
Las posturas son, a la luz de la historia, ciertamente desconcertantes ya que promovían la negociación y el acuerdo diplomático con el Tercer Reich, en tanto que Churchill, con una extraordinaria sensibilidad política, sortea las presiones tanto de partidarios como de disidentes para llevar a cabo dicha medida, y sostiene una postura radical que, al correr del tiempo, le daría la razón y de daría su pase a la historia como uno de los grandes estadistas del orbe: se negó al acuerdo y se pronunció abiertamente en contra del fascismo, logrando con ello el respeto de adeptos, adversarios y hasta del propio Rey Jorge VI.
Vale la pena apuntar que la Segunda Guerra Mundial fue el conflicto armado más complejo que ha vivido la humanidad. Todo el mundo —sin excepción— se polarizó en dos bandos: las potencias del Eje y los Aliados que se disputan la dominación y el control militar del orbe. Todos los ejércitos estaban en alerta máxima ante la amenaza expansionista de las potencias del Eje y sus aliados. Los gobiernos de todas las naciones vivieron una de las más grandes amenazas de su historia: la esvástica amenazaba en unificar al mundo, a fuego y hierro, en una visión fascista, autoritaria y deshumanizada.
Contra la fuerza bélica, los principios y los valores se impusieron en pro del bienestar general, pues como nunca —a juicio de muchos— la libertad, independencia de su nación y la claridad de conciencia se percibían en riesgo. El pueblo británico lo apoyó pese a los riesgos que implicó la decisión de confrontar al ejército nazi y no pactar la paz ni la sumisión al tercer Reich.
Los tiempos complejos brindan la oportunidad de que las personas que dirigen los gobiernos muestren su talante, valor y aptitudes, pero —sobre todo— su vocación para servir a los demás, salvaguardar la integridad de las personas y anteponer el bienestar superior de la nación a ideologías, ambiciones y pasiones personales o de grupo.
Esa es la diferencia entre un político y una persona de Estado, que están dispuestos a ceder sus intereses en pos de un bien colectivo superior. Como decía paradójicamente el Canciller Alemán Otto Von Bismark “el político piensa en la próxima elección; el estadista en la próxima generación ”. Esa es la medida que debiera regir los destinos de los países y no visiones sesgadas, arbitrarias y sectarias.
@AndresAguileraM