El mundo cambia de forma vertiginosa al tiempo que la condición humana se impone a los valores y lo inmediato cobra mayor relevancia que lo necesario o justo. La dinámica mundial se desarrolla de forma acelerada al tiempo que se arraiga y exacerba el individualismo y se destierra —
paulatina pero reiteradamente— la posibilidad de crear una comunidad mundial solidaria, fundada en valores universales que privilegien la condición humana sobre cualquier otra condición, pasión o circunstancia.
Así, la obtención de satisfactores de forma inmediata y acelerada se convierte en una prioridad generalizada en gran parte de las personas del orbe, lo que las vuelve más susceptibles, primeramente, a una condición de frustración por falta de resultados inmediatos, encono fomentado por la envidia y rencor para quienes tienen mayores y mejores condiciones. Por esta razón, también, están dispuestos a aceptar ofertas y propuestas que, alejadas de los valores y consideraciones para con los demás, se aprecian viables, factibles y hasta revanchistas, y que —además— para obtenerlos, se ofrecen ser realizados sin mayor esfuerzo, con prontitud y a costa de lo que sea, incluso, del derecho de los demás.
De este modo, además de otras circunstancias, entendemos el por qué el crimen organizado tiene la facilidad de reclutamiento permanente pues, aunado a la apología, mística y admiración por estos criminales, a quienes la cultura popular ha ubicado como héroes de la reivindicación, ofrece dinero, poder, influencia y "respeto" a modo de miedo, de forma rápida, a cambio de empuñar un arma y pertenecer a una gavilla de hampones que tienen la sangre fría de disponer de la vida de cualquier persona.
El rencor por el abandono gubernamental y social en general, junto con la frustración generalizada crece entre la gente y máxime cuando las oportunidades legales y ordinarias de bienestar, crecimiento y desarrollo se ven impactadas —y consecuentemente disminuidas— por situaciones ajenas a su control e, incluso, de las instituciones públicas, como lo es la actual crisis económica derivada de las condiciones provocadas por la pandemia del COVID-19.
La mayor parte de la población mexicana se encuentra en situación de pobreza. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) estima que en México hay 70.9 millones de pobres, lo que equivale al 56.7% de la población total del país. Organismos como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) precisan que, a consecuencia de la crisis económica actual, el índice de las personas en situación pobreza extrema pasará de 11.1% al 17.4%, posicionando al país en una de las tasas de mayor crecimiento en América Latina.
Este escenario, aunado a las condiciones de individualismo y egoísmo exacerbados, resulta un caldo de cultivo extraordinario para que las instituciones públicas y la organización legal de la sociedad pierdan legitimidad. De este modo, ante una andanada de desavenencias económicas, la libertad y la democracia corren un grave riesgo, pues la opción totalitaria tiende a ofrecer soluciones prontas e idílicas que lejos de generar bienestar, tenderán a institucionalizar el revanchismo como una nueva forma de justicia social.
@AndresAguileraM