El Precio de Abrir Heridas ya Cerradas

Los Estados contemporáneos son, esencialmente, producto de un devenir histórico común, en los que la guerra, la inestabilidad, las invasiones y el sincretismo cultural han estado presentes y, al final, son los cimientos en los que se han fincado.

Desde una óptica dialéctico-hegeliana, es decir, la confrontación entre una situación (tesis) y su contraposición (antítesis) de la que surge un resultado (síntesis), es posible inferir que la sociedad actual es producto de la confrontación permanente entre pueblos, circunstancias y acciones que dieron lugar a la sociedad actual. Ciertamente desearíamos que la violencia y el sometimiento no formaran parte de ello, sin embargo, son procesos que han caracterizado nuestro devenir. En resumen, podemos afirmar que los pueblos del mundo son y existen como consecuencia de todo lo que ocurrió en su pasado: bueno, malo, cuestionable, recriminable y aplaudible.

Así es la historia de la humanidad y, al analizarse con objetividad, es posible aprovechar todo lo aprendido para fincar un futuro mejor para los que hoy estamos y los que vendrán después, con miras a crear una humanidad más empática, solidaria y beneficiosa para todos.

En esta lógica —idealmente— tratar de regresar a una situación social ya superada, que se suscitó a modo de confrontación entre tesis y antítesis, significaría un retroceso hacia una realidad ya inexistente y que no tendría cabida en las condiciones propias de la sociedad actual. Así, la reivindicación de causas perdidas, bandos derrotados, o convencionalismos superados, se podría afirmar como la pretensión incesante por mantener y atizar el conflicto entre tesis y antítesis, sin que se pueda arribar a una síntesis real que, a su vez, genere otra condición dialéctica en avance al perfeccionamiento social.

Toda esta disertación filosófica viene a colación como reflexión a las acciones de diversos regímenes que utilizan la polarización como mecanismo para el control político. Si bien es cierto que es una expresión clara de lo que es la dialéctica, también lo es que, en tanto exista sin que se arribe a una síntesis, el avance en la evolución social se paraliza, y ello implica que la sociedad y su dinámica también lo hagan. Así, mantener artificialmente la polarización puede implicar una involución destructiva e infructuosa para las personas, su comunidad y entorno.

Por ello reavivar las heridas generadas por el proceso dialéctico-evolutivo de las sociedades como lo fueron las guerras, invasiones e imposiciones religiosas y culturales, resultan infructuosas para el bienestar social. Por el contrario, su permanencia son un freno para su construcción. Alentar rencillas por hechos históricos que formaron parte de la evolución dialéctica de las naciones, está muy lejos de reivindicar cualquier causa, ya que fueron resueltas en el momento histórico que ocurrieron. Por el contrario, traerlas al presente obstaculizan la resolución de las conflictivas existentes e impiden la evolución y el desarrollo social.

De nada les sirve a las sociedades exigir disculpas a naciones invasoras, desestimar las acciones de personajes que jugaron preponderancia en la construcción de nuevos Estados, o quejarse constantemente de los sucesos históricos, si con ello no se resuelven los graves problemas de la actualidad. Si el proceso dialéctico se estanca, las sociedades lo padecen y lo pagarán sumamente caro.

@AndresAguileraM