¿Qué tal si…?

Iniciamos esta semana con una de las notas más estruendosas de los últimos tiempos: la “represión” de las fuerzas del orden en contra

de alcaldes de oposición electos en la pasada jornada electoral. Las imágenes de la alcadesa electa en Álvaro Obregón, con el rostro ensangrentado y confrontándose con los elementos policiacos, inundaron las redes sociales y los medios de comunicación, generando indignación y repudio de un sector de la población, y la justificación y acusación de montaje de parte de otro.

La realidad es que, más allá de filias y fobias, estos hechos se pudieron evitar siempre y cuando se hubiere mantenido el diálogo y respetado los derechos de ambas partes. Tanto el gobierno tiene la obligación y convicción de mantener su postura, como la oposición a criticar y señalar aquello con lo que disienten. Sin embargo, la sospecha del oportunismo y la manipulación aparece en cada tema de naturaleza política, en donde las visiones se polarizan al tiempo que vuelan las acusaciones mutuas, restringiendo el diálogo y conculcando la posibilidad de acuerdos y puntos de entendimiento. En pocas palabras: si hubiere habido voluntad de ambas partes, estos hechos tan deplorables jamás habrían ocurrido.

Primeramente, la forma de llevar a cabo el diálogo debió establecerse y acordado tanto por el gobierno como por los opositores. La realidad es que jamás se sentaron estas bases ni se dieron muestras de intención para ello. Se denotó —o al menos eso fue lo que se difundió— una nula interlocución por parte del gobierno, por el contrario, se observó cierta inacción que, en su momento, la oposición calificó convenientemente como “desdén”. Por el otro lado, tampoco se denotó intención de la oposición por establecer lazos y vínculos para favorecer la interlocución. La comunicación pareciera haberse establecido por notas y comunicados de prensa.

En estas secuelas de comunicación disfuncional, el gobierno determina, por decreto, retrasar la instalación de los comités de transición que ordena la Ley de Alcaldías de la Ciudad de México. Las razones para esta decisión son muchas, técnicas y llegan a ser válidas, sin embargo, la oposición declaró que estos eran actos de “sabotaje” en contra de las administraciones que comenzarán a operar a partir de octubre próximo, también con justa razón, pues ellos deben llegar a atender las demandas y problemáticas añejas que existen y persisten y que no conocen de cambio de administraciones, elecciones o disensos políticos.

Y así hemos visto este vaivén de declaraciones hasta llegar al pasado lunes, 30 de agosto, donde alcaldes de oposición intentaron dar un posicionamiento desde el Congreso de la Ciudad de México y no lograron hacerlo, pues fueron impedidos por elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana local, con los resultados que ya todos sabemos.

La realidad es que más allá de los extremos de posicionamientos de desdén, rechazo y sabotaje, hasta las afirmaciones de represión y agresión a opositores, valdría la pena preguntarnos ¿Qué tal si se hubiere dado el diálogo civilizado entre autoridades entrantes con el gobierno central desde un principio? Puedo estar seguro que las cuestiones de la transición serían menos mediáticas y más eficientes, porque, al final, quienes quedan en medio de este prolegómeno son las personas que esperan atención y solución de sus autoridades inmediatas.

@AndresAguileraM.