Tras la impopular gestión de Enrique Peña Nieto y los resultados electorales de 2018 y de 2021, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) es situado por las encuestas de
opinión, con una preferencia efectiva de entre el 18% y el 20%, en tanto que el partido en el gobierno, Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), cuenta con un 40 y 42% de aceptación.
El otrora “Partido de Estado”, hoy con una competitividad menguada, se enfrenta a una de las disyuntivas más complejas de la historia moderna del país: mantenerse firme a sus “principios ideológicos” para respaldar una iniciativa de reforma energética cuya exposición de motivos pretende fortalecer el papel estatal en la producción de energía eléctrica, o trastocarlos para mantener una alianza opositora que pretende ser un bloque opositor a la actual administración del Ejecutivo Federal.
A lo largo de su historia el PRI mantuvo una postura nacionalista con respecto a la rectoría energética del Estado. Sin embargo, en el año 2013, cambió sus documentos básicos para adecuarlos al plan establecido por la administración Peña Nieto y abrir el sector a la participación privada. Este cambio generó una inconformidad amplia dentro de la base militante que se vio rebasada por la voluntad de los dirigentes del momento y el pragmatismo político, lo que le sumó detractores tanto al interior del partido, como al exterior que percibieron este cambio como una traición al nacionalismo revolucionario que le dio sustento ideológico y legitimidad.
Hoy nuevamente se pone en vilo la solidez de principios que sustentan al PRI en una encrucijada provocada, en gran medida, por ese pragmatismo que lo caracterizó durante los últimos cuarenta años, en los que se abandonó la ruta del Estado de Bienestar y se comenzó, sin lograrla consolidar, una transición hacia un estado liberal con acotada participación estatal.
La propuesta de reforma energética propuesta por la Presidencia de la República, en el discurso, pretende retornar al esquema de participación estatal que existía antes de la llamada Reforma Energética del sexenio anterior, en la que se acotaba la participación del sector privado en la producción de energía eléctrica, lo que ha traído consigo una severa crítica de parte de los sectores opositores a la actual administración; al tiempo que se exacerba el nacionalismo revolucionario de una parte importante de la población que ven en esta apertura una reivindicación y reencauzamiento hacia los planteamientos místicos derivados del nacionalismo revolucionario que aún sigue formando parte de la idiosincrasia mexicana.
Morena irá en bloque para la aprobación de dicho paquete de reformas, en tanto que la oposición radical, representada por los partidos Acción Nacional y Movimiento Ciudadano se han pronunciado tajantemente en su contra. Ante la indefinición y opiniones diversas de legisladores y dirigentes priístas, el partido mayoritario y el Ejecutivo Federal, ven en esta coyuntura e indefinición, una ventana de oportunidad para poder consolidarla. En tanto que el PRI se está jugando su popularidad y el acompañamiento de la alianza opositora, al tiempo que define su permanencia o cese en la vida política de México. Mal panorama para el partido autoproclamado heredero de la Revolución.
@AndresAguileraM