Al momento de teclear estas líneas inicia el día de mi 46º aniversario en este mundo. Durante este tiempo, han ocurrido
un sinnúmero de sucesos que, de alguna u otra manera han impactado al mundo.
Nací en el año 1977, al día siguiente de mi nacimiento, en el mundo descubrían la bacteria que produce la enfermedad de la legionelosis, que es un tipo de neumonía que, un año antes, apareció en la 58º convención de la Legión Estadounidense, afectando a todos los participantes en ella. Dos días después, Jimmy Carter rendía protesta como el 39º Presidente de los Estados Unidos de América.
En ese año, en México comienza a funcionar la larga distancia mundial “Lada 98”, se descubren las pinturas prehispánicas de las ruinas de Cacaxtla, Tlaxcala. Unos meses después, el entonces Presidente José López Portillo autoriza al ejecución del Plan Nacional de Planificación Familiar, con lo que se pretendió reducir el crecimiento poblacional; los Estados Unidos regresaban el “Corte de Ojinaga” que era una franja de tierra de 800 hectáreas de terrenos fronterizos en los estados de Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas, al tiempo que se gestaba la primera gran reforma política, en la que, tras 50 años de hegemonía partidaria, abría la puerta a la participación política de los partidos de oposición, garantizándoles representación plurinominal.
A lo largo de estas poco más de cuatro décadas, el mundo se ha transformado de forma vertiginosa. México, políticamente, pasó de ser una nación dominada por una hegemonía político-partidaria con una democracia cuestionable, hacia una república con procesos electorales confiables, en donde las condiciones permitían una alternancia recurrente, al inicio de una nueva transformación política, en la que se vislumbra una síntesis de pronóstico reservado.
La convivencia social también se ha modificado profundamente. He vivido en un mundo en el que las conversaciones se preferían en la cercanía de reuniones recurrentes en casas, restaurantes y cafés. Aquellas que eran a distancia, eran llevadas a cabo a través de teléfonos conectados por cables y la transmisión de voz. La televisión contaba con un número sumamente limitado de canales de transmisión abierta, en tanto que la radio se sintonizaba con perillas que dificultaban su correcta escucha. Las noticias se difundían por periódicos y la información más trascendente se daba a conocer en el noticiero nocturno.
Hoy todo es distinto. El mundo se mueve vertiginoso. Las noticias se difunden prácticamente al suscitarse y la fuerza e influencia de la televisión abierta se ha aminorado. Las redes sociales ocupan un lugar preponderante en la vida de las personas, en tanto que prácticamente todos vivimos con un teléfono inteligente en la mano, que nos conecta a cualquier lugar del mundo. Las tecnologías informáticas invaden la esfera social. Los sitios de reunión, antes llenos con personas charlando de viva voz, se sustituyen por personas que se mensajean con otras que no se encuentran en la misma mesa. La vida existe, pero no importa si no es vista a través del crisol de una pantalla de un teléfono móvil inteligente.
Mientras las tecnologías sustituyen a la lectura y a la voz, las ideas políticas soslayan a la libertad y a la democracia. Hoy, tras cuarenta y seis años de estar en este mundo, estoy cierto que el dinamismo continuará, así como las transformaciones largas y profundas. Espero, con ansias, lo que depara este año y los subsecuentes, en donde México y las personas que en el habitamos habremos de transformarnos hacia algo distinto, más profundo y complejo de lo que nos podremos imagniar.
Andrés A. Aguilera Martínez
@AndresAguileraM