El miércoles 30 de agosto de 2023 será recordado como el día en que el proyecto de nación creado y heredado por el
grupo vencedor de la Revolución Mexicana, habrá llegado a su fin. Recibió su última estocada con la claudicación y sometimiento de los dirigentes del partido que debiera enarbolar y defender los principios y objetivos que, tras años de inestabilidad, se alcanzaron, a modo de acuerdos, entre grupos y facciones triunfantes de una guerra que dejó al descubierto la terrible desigualdad e injusticia que prevalecía —y prevalece— en nuestro país, para fijar como objetivo primordial la “Justicia Social”.
Así, con la claudicación de los principios revolucionarios, el sistema político que nació con ese régimen ha llegado a su fin. No hay oposición que represente a los sectores inconformes de la población, ya no hay ideologías ni principios que los caractericen o aglutinen con visiones ni proyectos de nación; son sólo un cúmulo de párvulos presos de sus pecados y excesos que abandonaron su responsabilidad histórica a cambio de impunidad y permanencia de los privilegios del poder. El sistema político mexicano, los partidos que en él surgieron, los procedimientos de participación política y democrática surgidos desde el clamor ciudadano ante los excesos y abandono del papel social del Estado y todas esas cosas que un día fueron importantes, hoy definitivamente han llegado a su fin.
Estamos en los albores de una nueva época en el país. Un nuevo régimen y sistema político están por consolidarse. El ascenso al poder del presidente López Obrador y su movimiento hace casi cinco años, solo fue el comienzo de una profunda y aún no dimensionada transformación que ya nada puede parar. El tablero está en jaque mate para los que están en su contra, pero sus pregoneros insisten en vender la idea que no es así, sólo con el fin de alcanzar los favores del poder y mantener sus privilegios a partir de eso. Los partidos, principios y programa de acción, se prostituyeron al servicio de la impunidad de unos cuantos dirigentes.
Los hechos, las cifras, encuestas y demás indican que Movimiento de Regeneración Nacional se mantendrá al frente de las instituciones del Estado Mexicano el siguiente sexenio. Por más buenas intenciones, por más grandes elucubraciones que los grandes opiónlogos de los medios de comunicación pretendan dilucidar; por más ácidas y aguerridas críticas le hagan al presidente y a sus cercanos, lo cierto es que cuentan con el respaldo popular suficiente para ello y, por la experiencia, sabemos que no hay situación o circunstancia que lo merme.
Será a partir de esta realidad que deberá fincarse la nueva República que apenas comienza. Lo que en el pasado fue no volverá a ser. La postulación de la candidata a la Presidencia por el Frente Opositor y las condiciones que rodean su ungimiento serán vistas y analizadas por muchos, alabadas y criticadas por otros, pero todas tendrán un común denominador: la injerencia del presidente en ella, lo que necesariamente implica considerar el nivel de poder que tiene en sus manos y, consecuentemente, la aceptación de la presencia y consolidación de un nuevo régimen, con nuevas reglas y procesos.
El nuevo régimen es una realidad. Su materialización no es sino el fin de una historia inacabada, a la que se presenta una nueva e inevitable ruta por la que transitará nuestro México. Es momento de aceptarla y determinar de qué lado de la historia se estará.
Andrés A. Aguilera Martínez
@AndresAguileraM