Al momento de escribir estas líneas lo hago profundamente indignado por los hechos de negligencia gubernamental
recientemente ocurridos, con motivo de la inacción que se ha presentado para atender la emergencia provocada por el huracán “Otis” en el Estado de Guerrero. Y no, estoy muy lejos de ser un conservador, estoy muy lejos de estar en pro de la derecha, de búsqueda de privilegios o viéndolo desde una óptica político-partidaria. Lo hago bajo la visión de un funcionario público que ha dado su vida al servicio de México y que, por experiencia de la vida, conozco bien del tema y de los alcances y capacidades del gobierno cuando asume la responsabilidad primigenia de salvaguardar la vida e integridad de las personas.
Lo hago desde el dolor de percibir que las acciones gubernamentales estuvieron guiadas más por la víscera electorera, desde la más supina y grosera ignorancia y la más cínica indiferencia, en donde se dejaron de lado acciones preventivas, privilegiando otras condiciones, ya fueran económicas o políticas, en las que no me detendré a precisar. Cada quién en su tramo de responsabilidad sabrá qué dejó de hacer y el porqué de ello. Sólo me detendré a señalar todo lo que —considero— se debió hacer y no se hizo; aquello que se está haciendo de forma tardía y de aquello que sigue sin hacerse.
Es importante destacar que, desde hace varias décadas, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) da seguimiento permanente a todos y cada uno de los fenómenos hidrometeorológicos que impactan en aguas y territorio nacionales. Desde el domingo 22 de octubre, el SMN generó una alerta sobre la existencia de una tormenta tropical que, por trayectoria y condiciones de formación, inevitablemente impactaría las costas mexicanas de Oaxaca y Guerrero.
Eso quiere decir que, desde que se formó, el gobierno sabía que existía un enorme riesgo para la población, pues hay que recordar que una tormenta tropical es igualmente un ciclón, con vientos que van de los 67 a los 117 km/h. Esta alerta obligaba a las instancias de protección civil a generar acciones de prevención de emergencias, como son el aviso a la población sobre la presencia de un riesgo, la revisión de rutas de evacuación y la preparación de albergues que, previamente, fueron determinados y definidos en los Programas Estatales y Municipales de Protección Civil. Cosa que, como quedó de manifiesto, no ocurrieron.
Conforme fueron avanzando las horas y la intensidad del fenómeno, se tuvo certeza del territorio que sería afectado por el huracán. Cuando esto ocurre, grosso modo, se tiene que llamar a la población que será afectada a realizar acciones de salvaguarda de sus bienes y propiedades, así como la conminación a los prestadores de servicio a prever y dar aviso de la suspensión de actividades. Las rutas de evacuación de los núcleos poblacionales en mayor riesgo, como son asentamientos irregulares en barrancas, laderas y cauces de ríos y lagos, son despejadas y los albergues habilitados. Situaciones que, evidentemente, no ocurrieron; por el contrario, las autoridades fomentaron la permanencia de las actividades regulares e, incluso, las incentivaron.
Como todos sabemos, Otis tocó tierra y con ello generó grandes afectaciones a gran parte de los municipios del Estado de Guerrero. Lo hizo sin que ninguna instancia gubernamental llevara a cabo alguna acción preventiva, y sin que, siquiera, tuviere previsto los equipamientos necesarios para poner en marcha la atención de la emergencia que tiene ordenados por la Ley del Sistema Nacional de Protección Civil. Desgraciadamente se hizo patente la negligencia gubernamental y la desatención de legislación vigente que establece tramos de control precisos para cada instancia federal, estatal y municipal. Tan es así que el Gobierno Federal, el Ejército en particular, tardaron más de 72 horas en comenzar las acciones de atención a la población en caso de desastres.
Para concluir, estoy viendo un video del Presidente de la República donde, vía telefónica, da indicaciones y pide informes a los Secretarios de Seguridad Pública, Defensa Nacional y Salud, respecto de las acciones realizadas, número de defunciones y otra serie de datos que, lejos de generar algún tipo de empatía me indignan aún más.
Al momento han transcurrido más de tres días de la devastación ocasionada por Otis y sólo han logrado llevar a la zona de desastre el equivalente a un tinaco mediano de agua y despensas que no alcanzan a cubrir a la población de una de las colonias afectadas. Durante más de tres días, la población ha vivido en una anarquía y abandono totales. Apenas se comienzan a reinstalar los servicios de energía eléctrica y comunicación, de forma lenta y desordenada. Sólo me queda concluir, con profundo dolor e indignación, que la Protección Civil quedó en el olvido, al igual que la empatía y los deseos de salvaguarda de la población en casos de desastre.
Andrés A. Aguilera Martínez.
@AndresAguileraM.