El inicio de la carrera Electoral

Nos encontramos en la antesala de lo que se avizora como una descarnada guerra electoral. Y no es un vaticinio

catastrófico sino una respuesta lógica a los hechos que acontecen en la realidad del país. Mientras que la delincuencia avanza su funesta influencia en gran parte del territorio nacional, el régimen predispone un ejercicio del gasto en el que se privilegian los apoyos monetarios en programas sociales. Entre tanto, la oposición, pese a la expectativa que genera en algunos sectores de la sociedad en los que el partido en el gobierno no tiene las mayores simpatías, no logra consolidar operativamente la alianza electoral que se ha gestado desde hace poco más de cuatro años. Las bases no están comprometidas con la alianza que, muchos, consideran antinatural y hasta ilógica, lo que impide que aterrice en el grueso social.

El régimen cuenta con un respaldo popular sumamente amplio. Los sectores más desfavorecidos siguen percibiéndolo como un mecanismo de reivindicación, donde su actuar se encamina a vengar todos aquellos excesos que han padecido por parte de los sectores económicamente predominantes; en tanto que la oposición no logra generar las confianzas necesarias para que el otro extremo se vuelque en su apoyo, aunado a que no logran penetrar las barreras que los distancian de los sectores que respaldan al régimen. Aunado a todo lo anterior, ninguno de los bandos en disputa, logran abatir la apatía generalizada que existe por las cuestiones públicas y por la política en general.

En este escenario preelectoral, la realidad sigue siendo un factor con el que habrán de enfrentarse en esta guerra por el poder. Es innegable para cualquier persona que vive en el territorio nacional que la situación del país dista mucho de ser la óptima. La inseguridad, la pobreza, la inequidad, la inflación y, en general, la parálisis predominante en el gobierno para crear condiciones adecuadas para fomentar la inversión y el desarrollo de la actividad económica son factores con que habrán de enfrentarse para lograr las simpatías electorales. 

En estos días comenzarán a arreciar, tanto en actividad como en declaraciones, todos los actores políticos que, directa e indirectamente, participarán en el proceso. Desde el presidente de la República, las precandidatas a sucederlo, líderes de los partidos, senadores, diputados, alcaldes y demás actores habrán de hacer declaraciones estruendosas y actividades de relumbrón para hacerse notar frente al electorado. Destacarán sus virtudes, acciones de gobierno; magnificarán todo aquello que pudiera representar una de las muchas banderas de las que la sociedad está ávida de ser tomadas, mientras que la realidad continúa su curso, impacta en el desarrollo de la vida social y afecta a millones de familias mexicanas.

Las campañas electorales pronto comenzarán. Quienes compitan por los puestos de elección popular serán exhibidos y promocionados como artículos de consumo para que sean aceptados y abrazados por quienes habrán de elegirlos. Sus imágenes serán las que rijan el sentido de los votos. No las ideas, no los principios, no las ideologías o los programas y propuestas de gobierno; serán la capacidad de comunicación y la conexión que hagan con las personas las que brindarán los votos y definirán las mayorías en el Poder Legislativo. Sin embargo, no habrá certeza alguna del rumbo que tomará la República, porque esta se regirá básicamente por la visión y orientación que quienes ejerzan el poder consideren al momento de tomar los encargos.

Aunque pareciera que el país se detiene por la cuestión electoral, la realidad nos habrá de golpear reiteradamente para hacernos entender que la vida sigue y que la elección es un mero accidente. Las instituciones deben mantenerse en operación y funcionamiento para cumplir con su función primordial: brindar seguridad a las personas y coadyuvar en el desarrollo social de forma eficiente. Por ello, el gobierno no puede —ni debe— distraerse de su finalidad institucional, de lo contrario, se estaría abandonando a una sociedad que está más deseosa de contar con gobiernos eficientes que con candidatos elegibles.

Andrés A. Aguilera Martínez

@AndresAguileraM